lunes, 16 de octubre de 2017

Emmanuel Lévinas: ¿Quién es el Otro?


En las relaciones que se establecen para la obtención del conocimiento suele pensarse muchas veces solo en la coexistencia entre sujeto-objeto, dejando de lado una gran parte de las experiencias que le supone al sujeto el contacto con otras esferas distinta al objeto como lo es el sujeto mismo, quien es sujeto que conoce y sujeto que es conocido. El pensamiento occidental suele hacer del Otro una objetivación en la obtención del conocimiento. Lo que nos ocupa de momento es plantear el problema del Otro a la luz del pensamiento de Emmanuel Lévinas.
Emmanuel Lévinas, (1906-1995), Kaunas, Lituania.

La obra filosófica de Lévinas está dividida en tres partes (Diez, 1992), en cada una de ellas no pierde ocasión para yuxtaponer su pensamiento a la filosofía occidental. La primera parte son los estudios que realiza de Heidegger y Husserl, en especial a la fenomenología propuesta por estos dos filósofos, de los cuales retoma grandes aportes para luego abandonarlos por considerarlos insuficientes para alcanzar lo que se proponían en los estudios fenomenológicos. La segunda parte es su producción filosófica como tal, es allí donde habla del Otro, del rostro y de la metafísica en oposición a la ontología. En la tercera y última parte se encuentran los ensayos sobre el pensamiento religioso del judaísmo y sus comentarios a las escrituras bíblicas y talmúdicas. Nos ocuparemos de responder a la pregunta ¿Quién es el Otro? Por medio de los planteamientos que corresponden al segundo periodo de la división de la obra filosófica de Lévinas.
La primera consideración para adentrarnos en el pensamiento de Lévinas es su rechazo a la filosofía occidental por considerarla totalizante, afirmando que la pretensión de ésta es crear conceptos de validez universal con los que se puedan explicar, no solo los fenómenos del mundo, sino al sujeto. La revisión occidental del mundo suprime todas las diferencias para reducir el conocimiento a unas leyes generales:
La relación con el ser, que funciona como ontología, consiste en neutralizar el ente para comprenderlo o para apresarlo. No es pues una relación con lo Otro como tal, sino la reducción de lo Otro al Mismo (Lévinas, 1977, citado en Diez, 1992, p.30).
Dicho esto, el sujeto que plantea el pensamiento occidental no reconoce una otredad, se rige ontológicamente por el Mismo, por unos parámetros a priori con los que medimos al otro a partir de nuestra experiencia. De ahí que la relación de este sujeto con el Otro busque la conciliación de su identidad con la del Otro para dar lugar a otro idéntico al Yo. Pero Para Lévinas, el Otro no solo es distinto a mi Yo, sino que no es conocido. En este sentido, la relación con el Otro configura lo que Lévinas llama no-experiencia. Esta no-experiencia es la imposibilidad que tiene el Yo de apropiarse del Otro, de entablar un diálogo íntimo.
Otro con una alteridad que constituye el contenido mismo de lo otro. Otro de una alteridad que no limita al Mismo, porque al imitar al Mismo, lo Otro no sería rigurosamente Otro: por la comunidad de la frontera, sería, en el interior del sistema, todavía el Mismo (Lévinas, 1971, citado en Diez, 1992, p.19).
Lo que Lévinas busca a partir de la formulación del Otro es una separación de ese en-sí con mi-en-sí. Mediante esta separación se comprende que lo absolutamente Otro es el Otro, que el Otro es aquel con el que no tengo nada en común (Diez, 1992, p.19); y al cual no se podrá llegar a conocer. La relación con el Otro es reconocer su despojo, lo que él llama deshinchamiento del ser, y consiste en desligar al ser de todo lo que haya aprendido antes, y a su vez, dejar al descubierto su desnudez.
La experiencia, la idea de infinito, se sitúa en la relación con el otro. La idea de infinito es la relación social. Esta relación consiste en interpelar a un ser absolutamente exterior. El infinito de ese ser que no podemos por ello mismo contener garantiza y constituye esta exterioridad (Diez, 1992, p.33)
Su oposición a la teología occidental radica en que ésta le impregna al ser ciertos modos de aproximarse a Dios y al Otro. Para Lévinas, aproximarse a Dios es escuchar el llamado que se hace a partir del Otro, y obedecer su mandato; esto es posible por medio de la ética, la cual él plantea como filosofía primera. La ética solo puede ser una tarea de la filosofía, ya no particularmente occidental y tradicional, pero tampoco por medio de la teología que se fundamenta en el Mismo. En Lévinas, el Otro es un acontecer que se manifiesta sin forma absoluta y definitiva. Reconocer al Otro en ese acontecer me aproxima al rostro de Dios, el cual es infinito. La aproximación a Dios ocurre por medio de la huella que este deja en el Otro; no se afirma con esto que Dios esté en el Otro, sino que es un intermedio entre el Otro y el Yo.  La relación de diálogo en la que el otro me llama y yo le respondo tiene lugar siempre y cuando ambos, tanto el Otro como el yo, se desnudan de su en-sí, pasan a ser un no-sí, para no hacer parte un Mismo y ser una otredad.

Referencias bibliográficas
Diez Cuesta, Margarita. (1992). Introducción al pensamiento de Emmanuel Lévinas, 1° Edic. Madrid: Instituto Emmanuel Mounier.

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