Lo primero que debemos resaltar de esta obra, escrita en
1907, es que la idea misma de la esencia de la filosofía es un contenido general unitario que permite dar cuenta de su definición a través de su propia historia. Sin embargo, al abordar esta cuestión surgen
una serie de problemas, y es que la filosofía contiene en sí múltiples
definiciones respecto a cada una de las situaciones históricas concretas, lo
que da a pensar que no existe una sola filosofía sino concepciones de la misma;
así pues, la historia de la filosofía carecería de aquella unidad buscada y por lo
tanto no habría una definición conceptual unitaria; son estos problemas a los
que se enfrenta Dilthey. El propósito del autor corresponde, en la primera
parte de la obra, al realce de ciertas definiciones de la filosofía y, sobre todo, al
señalamiento de los hechos históricos como productores de la génesis misma de
dichos esclarecimientos.
(Wilhelm Dilthey: 1833-1911)
De esta manera, el autor llega a la concreción de la
existencia de una conexión entre la historia y la vida de los filósofos, es
decir, muestra la correlación de vivencias y experiencias propias a la par de la
creación de conceptos; es aquí donde entra en juego el papel de la comprensión
como método de análisis de la realidad histórica para entender la realidad
compleja empírica, siendo que ésta conlleva al verdadero conocimiento de las
ciencias del espíritu. Dilthey escribe que debe indagarse sobre la esencia de
los objetos de la realidad para luego contrastarlos con la representación
objetiva que se han hecho de ellos; en este sentido se debe prestar especial
atención a la afinidad de los hechos particulares y sus vinculaciones con la producción
de las ideas mismas en la filosofía, idea que tiene como función el realizar
conexiones entre el individuo y sociedad.
Dilthey llega al establecimiento de una conexión histórica con el
conocimiento filosófico. Así pues, inicia un recorrido histórico que parte de Grecia,
mencionando autores como Heródoto, Heráclito, Sócrates y Platón, los cuales cuentan,
para el autor, entre los primeros en tomar conciencia de lo que se conocerá
como la idea del filosofar, encontrando en ellos la necesidad de reflexionar
sobre todo lo que observaban, sobre los oficios, la actividad política, etc., por
lo cual, en este contexto, la filosofía se convierte en elevación de toda
actividad humana a la conciencia reflexiva.
Esta idea tiene gran influencia sobre Aristóteles, quien buscará
el conocimiento por medio del saber mismo, así, la filosofía podría abarcar
todas las demás ciencias y disciplinas, convirtiéndose en un saber general. Dilthey revisa las formas
que ha adoptado la filosofía a lo largo de su extensa historia, a la vez que
delimita y concretiza definiciones y elementos de la metafísica como
fundamentos de las explicaciones del mundo. De allí damos grandes saltos hasta
llegar a su reseña sobre las críticas al conocimiento realizas por los
empiristas ingleses, las cuales desembocan en los planteamientos de Immanuel Kant. Allí, la filosofía se convierte en una reflexión que surge del sujeto,
dejando de lado aquellas reflexiones sobre la naturaleza que habíamos
encontrado en la filosofía griega clásica.
La cuestión aparece de igual forma en lo referido a los límites
del conocimiento humano; así, la filosofía se expresa en
sistemas cerrados, lo que conlleva a una manera de exposición dentro de la
cual deben integrarse todos estos conocimientos, como por ejemplo en la Enciclopedia o filosofía enciclopédica de
autores como D’Alambert y Condorcet. El positivismo de las ciencias y la
sistematización del conocimiento conducirán a una objetividad en la inmanencia
del mundo que constituirá una manera de antimetafísica; el espíritu positivo constituye
un nuevo paradigma en la historia del pensamiento. Dilthey llega a la
conclusión de que el indagar la esencia de la filosofía conlleva necesariamente
a una sistematización de la historia, a los entramados de una conciencia
individual y de una conciencia histórica singular. Se sigue de ello que la
filosofía mantiene una constante relación con las otras ramas del saber y del
arte como la poesía y la literatura, además de ser siempre análoga en su
desarrollo con la religión. Lo importante es ver cómo el autor construye un
método que pueda acercarnos a los valores y reglas de la vida de los sujetos, lo
cual se constituye en la historia misma de la filosofía.
La segunda parte de la obra de Dilthey es un análisis
referido a lo vivido como función en la vida anímica de cada persona, en las
estructuras psíquicas individuales que median la experiencia de vida y el mundo
exterior; las vivencias llenan nuestra existencia, y en este sentido -escribe
el autor- somos movidos por impulsos y sentimientos. Si cada hombre está
estructurado de la misma forma, la sociedad estará estructurada en
regularidades de la vida social que podemos encontrar en la historia, esto es, la
finalidad del ámbito subjetivo de los individuos se expresa en la historia. La
relación que mantiene la filosofía con la poesía y la religión tiene que ver
con que a ellas interesa el enigma del mundo, produciendo interpretaciones de la
totalidad de la vida que rodea a los individuos, entrando en relación cuando se
construye una visión universal del mundo (de la vida como continuo de
experiencias) brindando una explicación de los eventos exteriores que se nos
presentan para formar una comprensión de la vida a través de una intuición
enlazada con la poesía y la religión, allí es precisamente donde ese
desenvuelve la esencia de la filosofía misma. Aquí el autor se detiene en la
explicación acerca de las relaciones que se pueden establecer entre la función
de la filosofía respecto a la religión y luego respecto a la poesía, para
concluir con el tema de la universalización de una concepción filosófica del mundo.
La estructura de la concepción del mundo desde la filosofía,
a diferencia de la religiosa -escribe Dilthey-, es objetiva y universalmente válida,
ésta busca “reformar” la vida misma. Así pues, hay distintos tipos de
concepción del mundo desde la filosofía, ello basado en la evolución misma de las reflexiones filosóficas; en cada
una de ellas encontramos unidad y análisis objetivamente válidos para construir
visiones sobre la vida, consolidando lo que conocemos como metafísica. La
filosofía mantiene, pues, una relación con la realidad práctica en la
que se encuentra, con los saberes y con la ciencia en cuanto sistematizadora del
saber. Para Dilthey, estas concepciones de la filosofía se hallan reunidas en lo
que es la unidad propia del saber y de la reflexión filosófica.
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