lunes, 28 de mayo de 2018

El ensayo como fragmento del pensamiento moderno


Pero no porque el arte y la ciencia se escindieran en la historia ha de hipostasiarse su oposición
Theodor Adorno

En la precedente entrada mostramos algunas de las cualidades externas que llevaron a Theodor Adorno a plasmar sus ideas en un contexto intelectual sometido a cambios que, más tarde, en sus formulaciones filosóficas, podría concebirse como el de una modernidad instrumental. De tal forma, esa concepción contuvo consecuencias en cada uno de los ámbitos en que los intelectuales trabajaron, este es el caso, por ejemplo, de las formas literarias. En El ensayo como forma, texto que hace parte de la colección de escritos agrupados bajo el nombre de Notas sobre literatura, Adorno da cuenta del despropósito de la constante exaltación de la forma del ensayo como presentación para exponer el conocimiento filosófico. Adorno escribe: “En lugar de producir algo científicamente o de crear algo artísticamente, su esfuerzo aún refleja el ocio de lo infantil, que sin ningún escrúpulo se inflama con lo que ya han hecho otros.” (Adorno, 2003, p. 12). Pero esto no necesariamente ha de constituir una visión negativa sobre esta forma de exposición literaria. El ensayo es una negativa a la generalización, y como tal, es un préstamo del arte. En este sentido, Adorno critica a Lukács, en tanto que éste entendió el ensayo como una forma artística (2003, p. 13), tal como el filósofo húngaro expuso en El alma y las formas. Pero para Lukács el ensayo no solo tenía un propósito de exposición y detalle, sino que se vinculaba a una forma de pensar que debía interrumpirse en cualquier momento. Solo en ese sentido también lo planteaba Adorno, pues el ensayo, al contrario de las ciencias, no es conclusivo, no sigue sus reglas: es anti sistémico: “Ni siquiera en el modo de presentación puede el ensayo actuar como si hubiera deducido el objeto y no quedara nada más que decir.” (Adorno, 2003, p.26).

Matta, Sin título, 1942-1943, Óleo sobre lienzo. 30,5 x 40,5 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. 

En El ensayo como forma, Adorno utiliza una serie de componentes paratextuales para dar dinamismo a su presentación, como el epígrafe que referencia a Goethe, los pies de páginas que mencionan a los autores que pone a debatir (Kant, Nietzsche, Hegel, Lukács, Platón, además de toda una serie de explicaciones para la mejor comprensión del lector, como la explicación sobre Leo Popper). Es esto mismo un ejercicio de lo que plantea, utilizando un lenguaje filosófico en tanto sigue una secuencia argumentativa, sustentando ideas que exigen un alto nivel de abstracción. Es un ensayo que mantiene una secuencia lógica en la que no hay espacio o tiempo definido, donde los puntos conclusivos vienen y van. Esto tiene que ver con lo que el autor Adorno plantea: “Todos sus conceptos [en el ensayo] han de exponerse de tal modo que se presten apoyo mutuo, que cada uno se articule según las configuraciones con otros. En él se reúnen en un todo legible elementos discretamente contrapuestos entre sí; él no levanta ningún andamiaje ni construcción” (Adorno, p. 23). 

 Magritte, René. La Clef des champs, 1936, Óleo sobre lienzo. 80 x 60 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. 

El ensayo como forma es un texto que ocupa su misma forma, ya que, a nivel del manejo del lenguaje argumentativo, puede entreverse la meticulosidad elaborada por el autor en su exposición. La manera en cómo abarca no solo lo literario sino también la problemática de una época especifica, es central. La relevancia en la integración entre el arte y la filosofía que plasmó Adorno da a entender lo imposible de la separación entre la actividad del pensamiento y el poder creador de lo literario, y en tal sentido, Adorno se convierte en un referente para toda consideración acerca de la filosofía del arte y del análisis de la literatura moderna. Adorno estuvo en el centro de aquel nuevo sentir crítico, donde despertaba un sentimiento de novedosas interpretaciones del mundo, de un apreciar artístico en todas sus formas que, en últimas, no puede ser categorizado como una suma de movimientos culturales o intelectuales, sino de una totalidad que recupera la vida social en sí misma. En los grandes ensayistas quedó mucho de lo que Montaigne inauguró al escribir sus Ensayos, cual apertura a una nueva forma de escritura y reflexión fragmentaria, pero no por eso incoherente.

Referencias bibliográficas 


Adorno, T. (2003). Notas sobre literatura. España: Akal. Básica de bolsillo. Obra Completa 11. 
Lukács, G. (2013). El alma y las formas. Valencia:Universitat de valencia.

lunes, 21 de mayo de 2018

El contexto de la modernidad instrumental: Theodor Adorno


Estudiar la concepción de la modernidad instrumental supone un doble estudio contextual. Esto quiere decir que, por un lado, debemos considerar la realidad histórica que propicia su formulación y, por el otro, conocer las condiciones intelectuales de formación en que, quienes la acuñaron, la plantean. En este caso, tal concepción se consolida en medio de una serie de estudios que se integran bajo la conocida Escuela de Frankfurt. La modernidad instrumental está ligada a múltiples construcciones teóricas, como por ejemplo la industria cultural, denominación planteada en la Dialéctica de la Ilustración (Adorno & Horkheimer, 1998), una de las obras más importantes de la teoría crítica de la sociedad. Con el fin de delimitar nuestro tema y no caer en imposibilidades de exposición, nos centraremos en aspectos generales de este doble estudio contextual referido a Theodor Adorno, pues estudiar su vida es casi al mismo tiempo estudiar el conjunto de intelectuales que profundizan en el estudio de la modernidad o racionalidad instrumental de Occidente, que posteriormente se conformará como una Escuela. Afectada por el periodo de posguerra, ésta integra distintas teorías (entre ellas el psicoanálisis y el marxismo) y los postula en teorías unitarias para la explicación del sistema capitalismo moderno y de la industrialización.

Liubov Popova, Arquitectura pictórica, 1918, Óleo sobre lienzo. 45 x 53 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid 

Rolf Wiggershaus, en su obra sobre La Escuela de Frankfurt escribe:

Theodor Wiesengrund […] llegó al mundo el 11 de septiembre de 1903 en Fráncfort del Meno. Su padre, Oscar Wiesengrund, un judío alemán, que se convirtió al protestantismo más o menos en la época del nacimiento de su único hijo […] era propietario de un negocio mayorista de vinos que existía en Fráncfort desde 1822. La madre, de nombre soltera María Cavelli-Adorno della Piana, era católica, y descendía de un oficial francés de la nobleza corsa (2009, p. 89).
Adorno tuvo una infancia y primera juventud marcada por la música (Wiggershaus, 2009). Según Wiggershaus, fue Siegfried Kracauer el que educó a Adorno en la teoría y en el conocimiento filosófico, quien más tarde sería parte de los fundadores de la Escuela de Frankfurt. Adorno leyó la Teoría de la novela escrita por Lukács, que causó gran impacto sobre su concepción del arte y la literatura. Leyó a Simmel y a Max Weber, quienes configuraron gran parte de sus análisis y diagnósticos de la realidad que vivía. Otro gran intelectual que lo influenció fue Ernst Bloch; así, pronto comenzó a escribir sobre estética y crítica literaria. En 1924 conoce al músico Alban Berg en Viena, convirtiéndose en su discípulo por su marcada admiración hacia él (Castañeda, F., Fernández, J., Jacobsohn, p. 459).
  

 Liubov Popova, Arquitectura pictórica, 1918, Óleo sobre lienzo. 45 x 53 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
 
Cuando el nazismo irrumpió en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Adorno es obligado a viajar y exiliarse en New York. En 1941 viaja a California y se encuentra con Horkheimer, comenzando a trabajar en distintos textos por los que serán reconocidos en el ámbito de la filosofía. A partir de 1960 se dedica al Instituto y a sus clases en la universidad de su natal ciudad, donde inspiró movimientos juveniles, tal como lo hizo Herbert Marcuse. Adorno muere en 1969 mientras escribía su obra de teoría estética; publicó a lo largo de su vida múltiples ensayos sobre la industria cultural, el arte y la literatura, entre ellas encontramos: Minima Moralia; Dialéctica negativa. La jerga de la autenticidad; Dialéctica de la ilustración (junto a Horkheimer); Kierkegaard. La construcción de lo estético; Teoría estética y Notas sobre literatura

 Iván Kliun. Composición, 1917, Óleo sobre lienzo. 88 x 69 cm Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid

Con todo lo anterior, y volviendo al contexto histórico general, podemos aclarar que Adorno se formó  en un período de la historia que, según Eric Hobsbawn (2000), era una transición que consolidaba una nueva visión respecto a los fenómenos de masa y de reflexiones frente al capitalismo moderno. Sus escritos estéticos y literarios con referencias al ensayo son considerados obras de gran importancia para la reflexión filosófica, convirtiéndose en un referente obligado para toda consideración sobre el arte y el surgimiento de la estética como rama especializada de la filosofía. Para Elena Oliveras, Adorno fue no solo un filósofo sino también una persona que realmente sabía de arte: “Formado en música y filosofía, Theodor Wiesengrund Adorno [...] fue, entre los integrantes de la Escuela de Frankfurt, quien más se dedicó a la Estética.” (Oliveras, 2004, p. 301). 

Max Weber. Estación terminal "Grand Central", 1915, Óleo sobre lienzo. 152,5 x 101,6 cm Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid


El contexto histórico alemán en que se forma Adorno estuvo principalmente marcado por un sentimiento de posguerra, propiciando un sobresalto para la conformación de un vigor individualista y racional propios de la ya consolidada burguesía. La característica más importante de este periodo fue la decreciente valoración del artista y de su autonomía, no como estudioso o académico del arte sino como productor y responsable de una mercancía que es producto de su capacidad individual. Esta característica se trasladará al campo de la literatura y de la música en los análisis de Adorno. A principios de siglo XIX, Alemania se encontraba en pleno auge económico y de industrialización, siendo que el fenómeno del capitalismo moderno era estudiado por una gran cantidad de intelectuales. Convulsionada por estos cambios, Alemania se sitúa en medio de grandes potencias económicas como Francia e Inglaterra; el marxismo estaba en auge y pugnaba por alcanzar logros nunca antes vistos (Mommsen, 1987, p. 5). La multitud de movimientos obreros llevaría a la posterior constitución de los partidos comunistas, tal como el Partido Comunista Alemán en 1920. Adorno se forma en medio de todos estas transformaciones nacionales e internacionales; la terminación de la guerra en 1919 concluye con la concepción de la degradación de un humanismo que clamaba por épocas pasadas donde la destrucción no había alcanzado tales cumbres desastrosas.  

Fortunato Depero, Robot con pipa, 1917 - 1920, Gouache sobre papel adherido a lienzo. 67,5 x 52,5 cm Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid


En 1923 se crea en Frankfurt el Instituto de Investigación Social (cuando Adorno contaba con veinte años) que más tarde será conocido como la Escuela de Frankfurt: “[…] los miembros que más contribuyeron a consolidar su orientación crítica fueron: Max Horkheimer (1895-1973), Theodor Adorno (1903-1969), Herbert Marcuse (1898-1979), Walter Benjamin (1892-1940) y Erich Fromm (1900-1980).” (Castañeda, F., Fernández, J., Jacobsohn, et. al., 1996, p. 458) Bajo la influencia de textos como El capital de Marx, La Filosofía del dinero de Georg Simmel y las obras de Max Weber, la Escuela de Frankfurt construyó sus concepciones frente a una nueva realidad no alcanzada a concebir por estos clásicos de la filosofía y de la sociología. Recordemos que la mayoría de intelectuales que conformaban la Escuela de Frankfurt eran de ascendencia judía, por lo que la Escuela tuvo que ser trasladada a los Estados Unidos cuando inició la Segunda Guerra Mundial, hecho considerado como una ruptura y desde el cual comienza a ser denominada como la Segunda Escuela de Frankfurt. 

 Lyonel Feininger. La dama de malva, 1922. Óleo sobre lienzo. 100,5 x 80,5 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.


El arte del futurismo y el expresionismo muestran crasamente el estado del espíritu de la época respecto al desfallecimiento de las esperanzas de los movimientos comunistas (Arato & Breines, 1986, p. 148). En este contexto de guerra, el artista Georg Grosz brindaba su apoyo a editoriales que realizaban colecciones de obras “revolucionarias” como Historia y consciencia de clase de Lukács (escrita en 1923) y Marxismo y filosofía de Karl Korsch (Hobsbawn, 2000). El artista John Heartfield también inició su carrera como pintor expresando en sus cuadros, respecto al ambiente de posguerra e inicios de la Segunda Guerra Mundial, un humor negro propio de los grandes artistas de la guerra.  La crítica y el humor negro de Heartfield, combinado con el expresionismo y el futurismo que representaba distopías de la humanidad son representantes dignos de este período. 
Heartfield, John. (1933) Das Kreuz war noch nich schwer genug [La cruz aún no pesaba bastante]


También podríamos realizar una síntesis de las corrientes filosóficas-literarias más importantes de la siguiente manera: la fenomenología de Husserl y el existencialismo de filósofos como Jean-Paul Sartre consolidaron toda una nueva reflexión filosófica respecto a los desastres de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Encontramos el auge y la consolidación del proyecto de la hermenéutica como reflexión filosófica. La cuestión de la modernidad instrumental se nutre de cada uno de estos elementos y, sin embargo, podría decirse que la crítica al capitalismo moderno de la Escuela de Frankfurt está signada en parte por un romanticismo anticapitalista, relacionado con el desarrollo de una conciencia trágica como consecuencia de un rápido desarrollo en las organizaciones sociales y de la industria (Arato & Breines, 1986, p. 150). Más eso no quita el gran esfuerzo de intelectuales que, como Adorno, veían en ello una oportunidad para realizar análisis que desembocaran en nuevos órdenes que no necesariamente debían ser, en su definición clásica, utopías.  


Referencias bibliográficas


Adorno, Theodor. (2003). El ensayo como forma. En: Notas sobre literatura [Obras completas, 11]. Madrid: Ed. Akal.

Arato. Andrew & Breines. Paul. (1986). El joven Lukács y los orígenes del marxismo occidental. México: Fondo de Cultura Económica.

Castañeda, F., Fernández, J., Jacobsohn, H., Muñoz, G., & Rengifo, B. (1996). La Escuela de Frankfurt. En: Norma. Gran Enciclopedia Temática. (lX, pp. 72-76). Colombia: Norma.

Hobsbawn, Eric. (2000). Revolucionarios. España: Ed. Crítica.

Löwy, Michael. (1978). Para una sociología de los intelectuales revolucionarios. La evolución política de Lukács 1909-1929. México: Siglo veintiuno editores.
Mommsen, Wolfgang. (1987). La época del imperialismo: Europa 1885 – 1918. México: Siglo Veintiuno Editores.

Oliveras, Elena. (2004). Estética. La cuestión del arte. Buenos Aires: Ariel.

Wiggershaus, Rolf. (2009). La Escuela de Fráncfort. México: Fondo de cultura económica.

lunes, 14 de mayo de 2018

La posible extensión de la modernidad postergada


Esta entrada está fundamentada en la obra Colombia: la modernidad postergada, escrita por Rubén Jaramillo Vélez. Detallaremos ciertos postulados centrales de su libro y trataremos de extender su análisis a otros países que, por lo general, comparten elementos que se articulan en una historia común. En su exposición, Vélez escribe que la idiosincrasia particular debe ser considerada una consecuencia de procesos históricos y decisiones políticas sobrellevadas frente a los requerimientos exigidos por la modernidad. Esto engloba los análisis propios de la realidad latinoamericana y, por otro lado, de países e islas colonizadas en procesos históricos de largo alcance. Como expresa el autor, el descubrimiento de nuevos territorios, en este caso de lo que conocemos hoy por Colombia, como parte del nuevo mundo, fue para la situación de España una paradoja, pues mientras ésta favorecía al desarrollo del naciente capitalismo moderno, se estancaba en el modelo económico feudal. Lo que tuvo por consecuencia que su anacrónica situación respecto a la historia universal fuera un legado sobre las formas de pensar de las colonias. 

 Pedro Alcántara Herrán, Hombre Caído No 1, 1973, 75 cm x 45 cm, Colección de arte. Banco de la República de Colombia

Los barcos de España no solo transportaban el oro y demás piedras preciosas del continente americano, sino que también traían las ideas y los conflictos propios de un mundo moderno que se forjaba de manera cada vez más acelerada. Pero este no era el único problema con el que se enfrentarían los nuevos territorios, pues luego de las guerras de liberación llegaría la dificultad de sentar las bases de naciones independientes, además del problema de instaurarse y actualizarse frente a los demás territorios del viejo mundo; tales problemáticas llevarían a pensar soluciones atiborradas de dificultades, como por ejemplo, imitar formas de organización social y política de otros países, siendo esto fuente de imnumerables desacuerdos, principalmente porque se quiso ajustar un modelo externo sin tener en cuenta las singularidades históricas. 

Pedro Alcántara Herrán, Hombre Caído No 2, 1973, 75 cm x 45 cm, Colección de arte. Banco de la República de Colombia

La conformación de un ethos social, de la organización en la libertad y de un pensamiento filosófico era un problema central, Jaramillo Vélez plantea que, para Colombia, y, como mencionamos al inicio, en variedad de paises con características similares, se vive una postergación de la modernidad, principalmente porque se ha vivido un proceso de secularización a medias, donde existen vestigios de tradicionalismos políticos heredados y mezclas con un pensar moderno, dando por resultado modos de conducción de vida característicos de una nación sostenida por un Estado-Nación endémicamente débil. Esto hizo que no se conformara y osificara un ethos secular. En tales situaciones lo moderno y lo premoderno está entremezclado, portando consecuencias en todos los sectores que conforman y dan orden a las organizaciones sociales. De tal modo que, en cuanto a la filosofía, escribe el autor, los primeros intelectuales colombianos estaban ligados a la iglesia:
[...] lo que nos trajeron los españoles fue una filosofía medieval tardía que, pese a débiles intentos de superarla en el siglo XIX, imperó entre nosotros hasta comienzos del siglo XX. Pero que con el correr del tiempo se fue haciendo cada vez mas anacrónica y fantasmal, en tal medida que a fines del primer tercio de dicho siglo solo aparecía en colegios secundarios y en seminarios para sacerdotes a las horas de clase, para tormento de los estudiantes que se tenían que aprender de memoria los manuales de metafísica que ya no les decían nada, porque estaban compuestos solo de palabras muertas (Vélez, p. 80).
El autor cita a Danilo Cruz Vélez en su libro Nuestro pasado filosófico, donde se expresa que filosofar tratando de comprender lo que otro territorio ha reflexionado en circunstancias específicas construye bases filosóficas anómalas. Cruz Vélez sostiene que somos continuadores de una Edad Media tardía, y es que el filosofar que se introdujo en las colonias no resolvía problemas filosóficos, sino que propagaban ideas religiosas en los territorios. Para Jaramillo Vélez la filosofía pertenece a su tiempo, es decir, la idea misma de lo perenne significa un desconocimiento de la naturaleza humana, de su esencial finitud y limitación. 

 Pedro Alcántara Herrán, Hombre Caído No 3, 1973, 75 cm x 45 cm, Colección de arte. Banco de la República de Colombia

El autor muestra que la filosofía ha de constituir un constante factor de integración. Siguiendo esta idea, lleva a considerar de qué manera ha contribuido ella en cuanto a forjar lo que se ha dado en llamar nuestra personalidad histórica como parte constitutiva de la nacionalidad. Las formas y orientación de la educación pública, los valores de la conducta civil, la ideología y la ética, todos estos factores se convierten en un vaivén de pensamientos progresivos y regresivos frente a un pensamiento colonial que posterga los órdenes seculares, conociendo o no cualquiera que sean sus consecuencias, quedando al final la pregunta: ¿Acaso lo postergado necesariamente ha de estar vinculado a consecuencias negativas? 

Referencias bibliográficas

Jaramillo Vélez, Rubén. (1998). Colombia: La modernidad postergada. Colombia: Ed. Temis S.A

lunes, 7 de mayo de 2018

Breve reflexión sobre la moderna idea de nación


"Siempre el concepto de “nación” nos refiere al “poder” político y lo “nacional” -si en general es algo unitario- es un tipo especial de pathos que, en un grupo humano unido por una comunidad de lenguaje, de religión, de costumbres o de destino, se vincula a la idea de una organización política propia, ya existente o a la que se aspira [...]"
Max Weber

Contrario a lo que generalmente se expresa bajo la consigna de la desintegración del tejido social (una denominación tan facilista que alude a la comparación de la sociedad con un organismo vivo, pero sin tener la rigurosidad y el grado de especialización de la corriente analítica evolucionista que Herbert Spencer ayudó a constituir hace más de un siglo), las instituciones sociales como por ejemplo, la iglesia y el Estado continúan nutriendo la idea de la pertenencia a un objetivo o bien mayor, exterior al sujeto y a las diferencias particulares, aparentemente objetivo, existente incluso si se es indiferente, si no se entiende o no se quiere hacer parte del mísmo: esto es, todo aquello que tiene que ver con la moderna idea de nación. Hablar de la nación es situarse en un nivel de análisis que va más allá del sujeto y de las clases sociales, es integrarlo a un ámbito de representaciones que se guían bajo objetivos políticos y económicos más amplios. 

A. Obregón, Violencia, 1962, Óleo sobre tela 155,5 cm x 187, 55 cm, Banco de la República de Colombia.

Sabemos que las formaciones sociales son el resultado de procesos que arrastraron consigo intervenciones humanas, y tales mediaciones fueron (y siguen siendo) impedidas y aventajadas por las atiborradas y accidentadas condiciones geográficas. Cada territorio ha tenido sus condiciones específicas de crecimiento y expansión que, en gran parte de las veces, trazan las formas en que las culturas emergen, sean éstas resultado de mezclas ideológicas e identitarias que se consolidan a partir de choques violentos o de largos procesos de aculturación. Como plantea Gabriel Restrepo en La alquimia del semen, estos procesos conllevan a la creación de modos dispares de conducirse de acuerdo al lugar que se ocupe en los órdenes sociales, permeando la construcción y delimitación de las regiones; los modos de producción económica; las ideologías políticas y las formas de ejercer poder, entre muchos otros aspectos. 

 A. Obregón, Apunte para la violencia, 1962, Óleo sobre massonite 24 x 30,4 cm, Banco de la República de Colombia

Estas interacciones y formas de establecer un orden, seguido por pautas morales y legales, se consolidan en la medida en que se actualicen momentos de la historia particular de los territorios, con el fin de fortalecer los vínculos que dan pertenencia a los sujetos respecto a un todo común. Es así como se constituye, por un lado, el patrimonio natural, y por el otro, el patrimonio cultural, y es con ellos que al territorio se le concede una identidad para poseerlo y heredarlo, estableciendo regularidades y formas de organizar las relaciones de poder, velando por la seguridad de los patrimonios como historia compartida. Dicha historia compartida basada en la comunidad del lenguaje y, como plantea Weber, en los recuerdos políticos, las comunidades étnicas, la confesión religiosa y el habitus condicionado racionalmente, además de la suma de las voluntades, desarrollan un poder propio, consolidando una soberanía. Con todo esto, y como organización del poder, la forma del poder político bajo la forma del Estado se articula a tal soberanía y a los patrimonios, los cuales constituyen la nación, siendo que, mediante el surgimiento del proyecto de la modernidad (véase la primera entrada del ciclo) nace la conjunción Estado Nación, una construcción estrictamente moderna. Como escribe Anthony Smith en su texto Nacionalismo y modernidad: “[...] el Estado precisa la legitimación y dirección popular atribuidas a la nación, mientras que la nación necesita que el Estado proteja sus valores culturales frente a los de otras comunidades” (Smith, p. 48). Sin embargo, esta tipología no cumple la función de una regla, entonces cabría preguntarse lo siguiente: ¿Qué sucede cuando la organización de las relaciones de poder es nula y el Estado es endémicamente frágil? 

Referencias bibliográficas

Restrepo, G. (1999). Mestizo yo, la alquimia del semen. Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas.
Smith, A. Nacionalismo y modernidad. Ed. Itsmo.  
Weber, M. (2014). Economía y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica. p. 529.