El tema de la parcelación de las reflexiones de un filósofo siempre es
problemático, por lo cual estamos de acuerdo con Knabenschuh (2007) en su artículo ¿Cómo leer a Wittgenstein? El lugar de los "textos transitorios”, quien sostiene que existen
ciertas conexiones entre los dos periodos o etapas en las que generalmente se
divide el pensamiento de Wittgenstein. Esta transición se encuentra, pues, en
lo que Alfred Ayer ha denominado los textos
de transición de principios de la década de 1930. Esta
precisión recuerda a la advertencia tácita de Mészáros: “Siempre es peligroso
si no arbitrario, parcelar a los filósofos como <<el
X joven>> y <<el
X maduro>>, para oponer una
parcela a la otra.” (1973). En este periodo es típico encontrar documentos clásicos como el Cuaderno Marrón y otros tres cuadernos
que se refieren con el nombre, según Ayer, de Experiencia privada.
Es en estos textos donde encontramos los
orígenes de las Investigaciones filosóficas,
siendo, según el autor del artículo, una especie de resultado entre las conexiones
posibles entre Wittgenstein y el Círculo de Viena. En esta obra,
Wittgenstein dejará de lado la teoría lógica que había desarrollado en el Tractatus lógico-filosófico, lo que se ha denominado como una ruptura. Lo que nos permite señalar que estos textos sean transitorios es que, a la vez que
permiten un desarrollo del autor hacia otros temas, ayudan a la formulación de
cuestiones claves en su filosofía, como los conocidos
juegos del lenguaje y las reflexiones sobre el significado de los significados de las palabras, tópico sobre el
que es necesario adentrarse en la lingüística; además,
desde luego, de sus constantes acercamientos al pragmatismo.
Portada de Investigaciones filosóficas, editorial Trotta.
Para Alfred Ayer, quien
también denomina esto como periodo de
transición, es relevante la importancia de esta serie de textos en tanto
son acercamientos a cuestiones que Wittgenstein había abordado solo en parte. Para
Knabenschuh esto es lo fundamental, más cuando escribe que: “[…] el lugar
temático en que esos textos se ubican dentro del marco de la obra de
Wittgenstein en su totalidad vendrá siendo un lugar clave, o, dicho en otras palabras,
la función que el pensamiento wittgensteineano de principios de los años
30 adquiere con respecto a las diferentes fases anteriores y posteriores,
vendrá siendo una función clave dentro de la evolución de toda su
filosofía." (Knabenschuh, 2007, p. 112).
Como se ha mencionado, en esta etapa de transición se encuentran el Cuaderno azul y el Cuaderno marrón. No es preciso, ni mucho menos
nuestro objetivo, resumir los
planteamientos que sostiene Wittgenstein en sus dos cuadernos (suma de
anotaciones de largas conferencias). Queremos centrarnos en tres cuestiones que
consideramos de importancia, enmarcado en este contexto, del segundo cuaderno. La primera, referida a la relevancia que tiene el Cuaderno Marrón como fundamento de lo que es la filosofía analítica. El segundo, relacionado con el
planteamiento de Wittgenstein respecto a la superficialidad o ambigüedad de
muchos de sus ejemplos, donde él mismo escribe que ése no es el punto central
de su exposición, sino que tales ejemplificaciones han de ser necesariamente
vagas y superficiales. El tercer punto es, para nosotros, el más importante,
conectado con inquietudes respecto a las formas de adquisición del lenguaje,
por un lado, y las nociones de pauta
y de nombre, por el otro. Todo esto
enmarcado en su análisis sobre lo que llama los juegos del lenguaje.
En tal orden de ideas, es necesario considerar el lugar y el año en que estos cuadernos fueron escritos. Su origen está en sus clases impartidas entre 1933 y 1935, lo cual nos brinda un espectro que refiere a acontecimientos de la época, como el ambiente de posguerra europeo. La multiplicidad de movimientos artísticos y filosóficos es, en esta etapa, prolífica; la formación de círculos de estudios en la filosofía alemana, francesa e inglesa son cruciales en la consolidación de la investigación en las universidades, aunque estos círculos de estudio no se desenvuelvan precisamente en ellas. Allí encontramos a Bertrand Russell, del que podemos encontrar una nota al inicio de los cuadernos. Tal vez la aparente simplicidad de la exposición de Wittgenstein puede fungir como un claro ejemplo de cómo proceder en un análisis que pueda ser considerado analítico.
La construcción conceptual mediante ejemplificaciones, que parten de la situación de un jefe de obra y el obrero, es una analogía en tanto construcción de planteamientos e ideas centrales para una exposición. Cuando se termina de leer la obra, el lector se encuentra con todo un edificio de palabras sostenido por una concepción filosófica que nace del lenguaje mismo. El ejemplo que se extiende a lo largo del trabajo puede crear dudas, suponer que existen puntos ciegos desde los cuales se puede derrumbar su esfuerzo intelectual, pero sucede que cada uno de estos vacíos es llenado con bloques que refuerzan su idea principal conforme avanza la exposición.
Portada de Los cuadernos azul y marrón. Fuente: ebookelo
En tal orden de ideas, es necesario considerar el lugar y el año en que estos cuadernos fueron escritos. Su origen está en sus clases impartidas entre 1933 y 1935, lo cual nos brinda un espectro que refiere a acontecimientos de la época, como el ambiente de posguerra europeo. La multiplicidad de movimientos artísticos y filosóficos es, en esta etapa, prolífica; la formación de círculos de estudios en la filosofía alemana, francesa e inglesa son cruciales en la consolidación de la investigación en las universidades, aunque estos círculos de estudio no se desenvuelvan precisamente en ellas. Allí encontramos a Bertrand Russell, del que podemos encontrar una nota al inicio de los cuadernos. Tal vez la aparente simplicidad de la exposición de Wittgenstein puede fungir como un claro ejemplo de cómo proceder en un análisis que pueda ser considerado analítico.
La construcción conceptual mediante ejemplificaciones, que parten de la situación de un jefe de obra y el obrero, es una analogía en tanto construcción de planteamientos e ideas centrales para una exposición. Cuando se termina de leer la obra, el lector se encuentra con todo un edificio de palabras sostenido por una concepción filosófica que nace del lenguaje mismo. El ejemplo que se extiende a lo largo del trabajo puede crear dudas, suponer que existen puntos ciegos desde los cuales se puede derrumbar su esfuerzo intelectual, pero sucede que cada uno de estos vacíos es llenado con bloques que refuerzan su idea principal conforme avanza la exposición.
Por todo ello, Wittgenstein
escribe que ese trabajo no se propone iniciar bajo presupuestos claros, sino que
busca proponer soluciones, encontrar la forma de establecer un lenguaje que
supere la problemática a la que se ha sometido desde la filosofía. Por
todo ello, los ejemplos han de ser claros y aparentemente
problemáticos, como los referidos a la denominación de los juegos del lenguaje como muestra de esa construcción de un lenguaje
completo que puede dejar de lado la
contradicción y los pseudo-problemas. Empero, esto no lo salva, a nuestra
consideración, de ciertas ambigüedades, como la que se desarrolla entre pauta y nombre, las cuales pueden ser equívocas en tanto una pauta puede ser el nombre de otra pauta;
ello, resta decir, tal vez se deba a una posible malinterpretación de sus ejemplos,
y, sin embargo, no quita importancia a la idea de que sus escenarios no
sean lo suficientemente claros para dar con las bases de todo un análisis del
lenguaje. En definitiva, la obra supone un gran esfuerzo intelectual para
entender su objetivo, y que más allá de sus ejemplos e ilustraciones, lo central es
comprender cómo proceder a la hora
de realizar un ejercicio de estudio del lenguaje.
Referencias bibliográficas
Knabenschuh, S. (2007). ¿Cómo leer a
Wittgenstein? El lugar de los "textos transitorios”.
Universidad de Zulia. Revista de Filosofía (56).
Mészáros, I. (1973). El concepto de dialéctica en Lukács. En: Parkinson, G. (Ed).
Georg Lukács. El hombre, su obra, sus ideas. Barcelona: Grijalbo.
Wittgenstein, L. (1976). Los cuadernos azul y marrón. Madrid: Tecnos.
Wittgenstein, L. (1976). Los cuadernos azul y marrón. Madrid: Tecnos.
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