Una de las cosas que más ha ocupado a los
análisis estéticos sobre el arte es la idea de belleza. Como
resalta María Francia Fonseca (2013): "(...) desde la Antigüedad hasta la
actualidad la belleza ha dado vueltas en la cabeza de los grandes pensadores y
artistas." Desde las conceptualizaciones socráticas en las que no hay un
pensamiento estético determinado, pero sí una reflexión sobre el artista,
se ha logrado, si se mira de un modo lineal, construir en cada época, acorde a
contextos y acontecimientos históricos, un concepto o ideal de belleza. Referenciada en las creaciones artísticas, para luego ser tomada por arte, dicho ideal
de belleza se presta para ser atribuido a muchas de las manifestaciones
humanas, sean éstas en el campo del arte, de la arquitectura, de la ciencia; o
en ámbitos conceptuales como la filosofía y la sociología.
La muerte de Sócrates, (1787), Jacques Louis David.
En ese sentido, nos adentramos en la reflexión sobre la belleza, pero esta vez en relación con la posmodernidad; entendiendo así lo que se considera belleza bajo este modo de concebir el mundo. Es desde este punto de vista que se puede considerar mencionar la muerte de la belleza, veamos los motivos.
La belleza ha sido uno de los temas más
cuestionados y reflexionado en torno al arte; tiene sus primeras
consideraciones en el pensamiento griego, dentro del cual la belleza se encuentra
pensada no como una categoría estética, como lo será mucho tiempo después, sino
como una reflexión en torno a la naturaleza, el mundo y el hombre. En un primer
momento, se le entiende como el grado máximo de perfección, constituida en
especial por el orden, la armonía y la simetría; que son los conceptos básicos
con los que se va a asociar la belleza hasta la Edad Media. Para Platón, la
belleza se encuentra en el mundo de las ideas, donde están las copias
originales de todas las cosas que constituyen el mundo sensible. Con los pitagóricos
la belleza será entendida bajo los preceptos de las leyes de las matemáticas, pues éstas
constituían, para ellos, las consideraciones exactas para entender el mundo. En
la Edad Media el concepto de belleza se mantiene asociado a las consideraciones
aristotélicas, pero con unos valores religiosos agregados, a saber, será
entendida en relación al orden y la luz; la luz porque representa una
manifestación de la divina providencia, motivo por el cual, más tarde, será asociada a
valores morales como lo bueno, que es otra de las categorías estéticas de donde
se desprende lo bonito, lo agradable y lo sublime (Oyarzun, 2013, pp. 67-98).
The Birth of Venus, (1863), Alexandre Cabanel.
Posteriormente, y en medio del auge de
la Ilustración kantiana, la belleza será pensada a partir del
sujeto, es decir, las consideraciones en torno a lo bello serán dadas por unas
facultades del individuo, donde tiene lugar una experiencia de la belleza no como
propiedad del objeto sino como propiedad del gusto, de donde se desprende el
juicio. El gusto va a estar dado por el placer o displacer al observar una obra
de arte.
Lo que nos ocupa ahora es definir la
belleza en la posmodernidad, entendido este periodo como
punto de partida de un proceso de individuación, sujeto a grandes cambios que dejan en evidencia el rechazo y la
ruptura con los valores de la tradición. La tecnología juega un papel
importante en lo posmoderno; así como también el reconocimiento, la moda y los
medios publicitarios y reproductivos del arte. El arte en la posmodernidad se
define por el desinterés y la apatía a todo aquello que se encuentra aceptado
por la sociedad (para un modo de conducción en estas lógicas, véase la conducta blasé). De esto son evidencia las vanguardias artísticas, que se
gestan, en una primera fase, en 1848, año que se entiende y delimita regularmente como parte de un periodo e ideal moderno; y una segunda fase
en 1945, en lo que se ha denominado posmoderno, que es de donde surge el arte minimalista, el arte
conceptual, el arte abstracto y el arte ecológico. Jean-Francois Lyotard
(1986), explica que lo posmodemo sería aquello "(...) que se niega a la
consolación de las formas bellas, al consenso de un gusto que permitiría
experimentar en común la nostalgia de lo imposible." Se comprende que,
en la posmodernidad, en primer lugar, no existe como tal una idea de belleza.
En segundo lugar, como ya se ha resaltado, la posmodernidad, más
que un periodo, es en sí misma un modo de entender la realidad, es en tal sentido que surgen las rupturas y quiebres conceptuales, siendo que el artista recrea la realidad que
vive.
123454321+, (1971), Sol LeWitt.
Una de las figuras artísticas más
influyentes fue Marcel Duchamp, quien marca un distanciamiento entre el arte
moderno y la forma de concebir el arte a partir de la posmodernidad. Se busca
en esta esfera suprimir toda búsqueda de la belleza, de representarla o siquiera dejarla
entrever. Se comienza a evaluar el arte a partir del disgusto y el impacto
conceptual que cause en el espectador. Por esta razón se afirma con Hegel
que el arte ha muerto, pues no busca fines, sino que se consolida
como un medio para la reflexión. La belleza en este punto se desliga totalmente
de las representaciones perfectas de la realidad, por medio de vanguardias como el suprematismo o el neoplasticismo. El arte en la posmodernidad se
separa de la naturaleza como objeto de imitación; a partir de entonces no hay
un canon de belleza, relegado a la moda, a la propaganda y
a los espacios de orden comercial, como una sátira a la vida burgués. El
artista posmoderno rompe con los ideales de la ilustración, emplea nuevas técnicas
y usa nuevos materiales para su creación artística. Así, nacen los performances y los
collages, como modos de hacer arte y de crear ingentes visiones sobre la realidad.
Referencias bibliográficas
Oyarzun, Pablo. (2013). Categorías estéticas. En: Xirau, Ramón & Sobrevilla, David. (Eds) Estética. Madrid: Ed. Trotta.
Mukarovsky, Jan. (1977). El arte como hecho semiológico. Tomado de: Escritos de estética y semiótica del arte. Editor: Gustavo Gili S.A., Barcelona.
Sontag, Susan. (1984). Contra la interpretación. Traducido por Horacio Vázquez Rial. Ed: Seix Barral, Barcelona.
Lyotard, Jean-Francois. (1986). La posmodernidad explicada a los niños. Éditions Galilée: París. Traducción: Enrique Lynch. Primera edición: enero de 1987, Barcelona, Primera reimpresión noviembre de 1987.
Fajardo, Carlos. (2001). Estética y posmodernidad. Nuevos contextos y sensibilidades. Ediciones Abya-Yala: Quito-Ecuador.
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