lunes, 30 de septiembre de 2019

Apuntes sobre el estudio de la lengua como comportamiento y conocimiento

En esta entrada exponemos algunos planteamientos sobre cómo el estudio de la lengua ha sido considerado desde dos puntos de vista diferentes: como comportamiento y como conocimiento. La lengua como comportamiento se asocia a una perspectiva inter-orgánica; es decir, hace referencia al individuo en su particularidad de poder interactuar y comunicarse con los otros. Como conocimiento, la lengua se entiende desde una perspectiva intra-orgánica, referenciando a la estructura interna del sujeto, su mecanismo y lo que sucede en el intelecto para su puesta en marcha. Con estas dos posturas nos encontramos frente a teorías que, por un lado, se suman a los planteamientos de la competencia lingüística propuesta por Chomsky, en la que el lenguaje es entendido como innato al ser humano y en donde el individuo nace con la capacidad lingüística de formular y comprender enunciados; y por el otro, de teorías como la de Hymes y la formulación de la competencia comunicativa, donde se observa que, si bien el lenguaje es innato, no solo es una capacidad gramatical, sino un comportamiento comunicativo que comprende tanto la asertividad oral como la expresiva en un contexto determinado. 

 The unknown, 1927, Tod Browning.

Queda claro que el contexto comunicativo engloba también aspectos fundamentales como la situación, por un lado, entendida como el desenvolvimiento de la comunicación a través de un habla de significados, y en donde los contextos de situación son espacios de tiempo y lugar que dan paso a un determinado uso del lenguaje, independientemente de estar en compañía o no; siendo aquello algo externo que compone la necesidad del lenguaje por expresar y significar; y el registro, por el otro, correspondiente a las variaciones significativas que el lenguaje puede experimentar, como la tonalidad y la expresión. 

Schloß Vogeloed, 1921, F.W. Murnau.

Ahora bien, sobre el desarrollo de la lengua se emplean dos posiciones: la nativista y la ambientalista. La primera de ellas afirma que el lenguaje aprendido por un niño viene directamente de la lengua de la madre; no obstante, esta posición no debe ser confundida con la teoría de la alimentación no estructurada, la cual dicta que el niño no puede aprender de lo que oye a su alrededor en tanto su medio de aprendizaje es la madre. La segunda posición, la ambientalista, afirma que un niño aprende el lenguaje de lo que escucha a su alrededor, empleándolo. El niño tiene un potencial de significados con lo cual aprende a significar. Sobre este aspecto, Halliday documentó su experimento con su hijo Nigel, buscando comprender cómo funciona el aprendizaje del lenguaje en un niño desde su nacimiento. De tal forma, estableció siete funciones: instrumental, reguladora, interactiva, personal, heurística, imaginativa e informativa. Cada una de ellas desarrolla una serie de métodos de comunicación en el niño. Cuando Nigel alcanzó los 18 meses, ya utilizaba las primeras cuatro funciones, y estaba desarrollando las dos siguientes. Esto lo adelantó Halliday mediante estímulos que dependían de factores como la capacidad cognitiva. 

Island of Lost Souls, 1932, Erle C. Kenton. 
 
Muchas veces, al crecer los niños e ir a la escuela, se encuentran frente al problema de tratar de establecer relaciones con otros niños que emplean la lengua de forma distinta, más si provienen de sectores sociales distintos. Respecto a esto han surgido investigaciones referidas a la teoría del fracaso lingüístico o teoría del déficit, donde se explica que el fracaso lingüistico aparece porque existen dialectos sociales deficientes, creando con ello toda suerte de estereotipos. Cabría anotar, sin embargo, el hecho de que desarrollar un dialecto diferente no significa que se tenga un problema de comprensión permanente. Esta situación, explica Bernstein, es un problema social y no de carácter lingüístico. Así, cabría dar más cabida a la teoría de la diferencia, que sostiene que no existe dialecto deficiente sino tan solo diferente. De tal forma que el lenguaje está constantemente funcionando en un contexto situacional, y toda explicación que omita este detalle es posiblemente artificial e inútil.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Correlaciones existentes entre lenguaje y pensamiento

Cuando hablamos de lenguaje y su relación con el pensamiento, es comprensible que el problema aparezca bajo la necesidad de dar forma a esta conexión en un sentido de dependencia o divergencia respecto a las explicaciones de sus orígenes. Así, por ejemplo, la dependencia del lenguaje y el pensamiento presupondría la necesidad de explicar de qué forma se manifiestan las ideas lingüísticamente, o como lo planteó Wittgenstein: el lenguaje como pensamiento sensiblemente expresado. Mientras que comprender la cuestión como divergencia, supondría la idea de que el pensamiento juega con las concepciones de las cosas o hechos, desarrollando un concepto procedido de signos. Así visto, los conceptos tendrían una naturaleza distinta al de las palabras, por lo que existiría la distinción entre el ser en las cosas y el ser en la mente. En palabras de Tomas de Aquino, el concepto es aquello por lo cual conocemos y no aquello que conocemos. (Ver entrada)

 René Magritte, 1928-1929, cesi n'est pas une pipe. Pintura al aceite. Museo de Arte del Condado de los Ángeles.

Ahora bien, las tesis que se tienen en consideración para explicar la relación del lenguaje y el pensamiento pueden expresarse (por lo general) de la forma que sigue: en primer lugar, la idea de que el lenguaje es traducción del pensamiento; es decir, el pensamiento permanece guardado en una especie de caja (lenguaje) que luego es enviado a x receptor que traducirá o decodificará el mensaje. Sin embargo, de aquí surge la inquietud del cómo podemos estar seguros de que el receptor ha decodificado exactamente lo que se pretendía comunicarle. En segundo lugar, la hipótesis Sapir-Whorf, en donde, expuesta de forma general, el lenguaje determina el pensamiento. La idea supone que el patrón lingüístico cultural crea la forma de ver el mundo. No obstante, si así fuera, no podríamos asimilar la visión del mundo de alguna otra lengua. Por lo tanto, es más acertado suponer que todo lo que se designa por medio de una lengua puede designarse por medio de otra. En tercer lugar, se concibe que el lenguaje es el vehículo del pensamiento. Así, el primero es un instrumento de comunicación porque contiene y expresa al segundo, de tal forma que no hay distancia entre los dos. De esto podría inducirse que no es posible lenguaje sin pensamiento, pero sí posible pensamiento sin lenguaje, lo que no deja de ser problemático.

Al dar cuenta de todo esto, queda claro que el punto clave está en continuar la reflexión, tratando de clarificar en lo posible aquel fino campo de análisis en donde los enfoques filosóficos, sociológicos y lingüísticos sobre el lenguaje se desdibujan.

lunes, 16 de septiembre de 2019

¿Por qué el lenguaje importa a la filosofía?


La pregunta por la importancia del lenguaje en la filosofía puede ser entendida desde varios ejes de análisis. Desde la ciencia, por ejemplo, como elemento y herramienta de investigación; desde el discurso, como argumento y seducción, y, desde la lingüística, como modos de ser de la lengua. En este sentido, la importancia del lenguaje en la filosofía puede entenderse a partir de su utilidad para las investigaciones, pero también como problema central de investigación en el que importa el modo en que se emplea el lenguaje. 

 Reflection, 1901, Oskar Zwintscher.

Se entiende que el lenguaje guarda una estrecha relación con los contenidos mentales, llegando en gran parte a constituirlos, sin olvidar la interacción que existe con el mundo material, y sin hacer separaciones tajantes respecto a la cuestión mente y cuerpo. Los contenidos mentales se enlazan a su vez con una realidad inmediata y material; esta relación, en apariencia sencilla, que guarda el lenguaje con los contenidos mentales y éstos con la realidad inmediata, da lugar al interrogante ontológico sobre la posibilidad de conocer realmente las cosas, además del alcance mismo del conocimiento, bien sea a través de su nombre o denominación, o de conocerlas por sí mismas sin presupuestos. De esto se desprende la pregunta sobre el origen del conocimiento. Es decir, si éste surge a partir del nombre o a partir del objeto, y qué salvedades y arbitrariedades se condensan entre la brecha nombre y objeto, contemplando de este modo el árbol de la teoría del conocimiento. 

 [2014] True detective. T1. Cary Joji Fukuvnaga

El lenguaje importa por aquello que decimos del mundo, y lo que decimos importa porque conviene de una experiencia de este mundo y de las cosas que lo conforman; importa para discernir en la percepción, la interpretación y el entendimiento. Pero el problema del lenguaje no se sintetiza en el interrogante sobre la veracidad y correlación entre nombre y objeto, sino que también es un factor crucial en la comunicación verbal, gestual y articulada, en el habla, la escucha, en los actos de locución y de persuasión.

El ser humano es par excellence un portador de carga teórica, siempre sujeta a la experiencia, en menor o mayor medida consensuada. En primer lugar, la relación se establece entre sujeto-objeto, y, en segundo lugar, entre sujeto-sujeto. Y entre sujeto-sujeto se encuentra contemplada la convención de la cultura, las ideologías, y todos los parámetros que componen la relación entre sujetos y el contexto. En este escenario de contexto y relación se establecen connotaciones morales, y la importancia del lenguaje que otorga la filosofía radica en la comunicabilidad de esos parámetros, bien sea en referencia a lo justo e injusto, lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo, etc.

 [2014] John Wick. Chad Stahelski, David Leitch

La filosofía opera sobre la base lógica de que todo lo que se diga surge del pensamiento, y no es menos importante lo uno que lo otro, puesto que el lenguaje ofrece una panorámica verbalizada del pensamiento, y la filosofía (la más de las veces) busca comprender e interpretar el pensamiento valiéndose de las herramientas del lenguaje, aceptando que la palabra designa la realidad como abstracción mental, y por ende es comunicable, toda vez que es simbólica y representable.

El lenguaje importa a la filosofía por el principio de comprender la mente, en el sentido en que toda mente supone pensamiento (de interés de la filosofía) y supone conocimiento, en tanto el pensamiento supone representaciones y éstas encadenan signos, aunque el signo arraiga la discusión de signo lingüístico y signo no-lingüístico. No obstante, en ambos casos el signo ya predispone interpretación y comprensión, y ahí es donde el lenguaje es herramienta de la filosofía. 

 [1980] From the life of the marionettes. Ingmar Bergman

Por muchos siglos la filosofía pretendió obtener la universalidad del saber conocer, y esta universalidad fue contemplada a partir de la creación de conceptos y términos empleables que debían estandarizarse. En ese sentido, el lenguaje puede dar cuenta del carácter ilimitado o limitado de una referencia, así como de sus singularidades; lo que se dice, cómo se dice y respecto a qué se dice. Todo esto tiene que ver con el vínculo que se establece entre el concepto, el nombre y el objeto, así como la veracidad o falsedad de una oración, proposición, enunciado, etc., con el cual se intente dar cuenta de un fenómeno. A su vez, se considera que el estudio del lenguaje, cuando es analizado a partir del discurso, consolida métodos y herramientas para ofrecer argumentos oportunos y precisos.

La importancia del lenguaje para la filosofía también estriba en la posibilidad de sostener una base archivística en la memoria, y esta base servirá a su vez, bien sea para transmitir y enseñar, como para representar en la mente, recordar. Entre los objetos y el lenguaje, el concepto desempeña una función mediadora, haciendo posible la interpretación. En ese orden de ideas, es preciso concluir que, tal como concluye San Agustín, aceptado recurrentemente en la actualidad (no sin desconocer la descomunal heurística del debate), no existe lenguaje sin pensamiento.