Pero no porque el arte y la ciencia se escindieran en la historia ha de hipostasiarse su oposición
Theodor Adorno
En la precedente entrada mostramos algunas de las cualidades externas que llevaron a Theodor Adorno a plasmar sus ideas en un contexto intelectual sometido a cambios que, más tarde, en sus formulaciones filosóficas, podría concebirse como el de una modernidad instrumental. De tal forma, esa concepción contuvo consecuencias en cada uno de los ámbitos en que los intelectuales trabajaron, este es el caso, por ejemplo, de las formas literarias. En El ensayo como forma, texto que hace parte de la colección de escritos agrupados bajo el nombre de Notas sobre literatura, Adorno da cuenta del despropósito de la constante
exaltación de la forma del ensayo como presentación para exponer el conocimiento filosófico. Adorno escribe: “En lugar de producir algo científicamente o de crear algo artísticamente, su esfuerzo aún
refleja el ocio de lo infantil, que sin ningún escrúpulo se inflama con
lo que ya han hecho otros.” (Adorno, 2003, p. 12). Pero esto no necesariamente ha de constituir una visión negativa sobre esta forma de exposición literaria. El ensayo es una negativa a la generalización, y como tal, es un préstamo del arte. En este sentido, Adorno critica a Lukács, en tanto que éste entendió el ensayo como una forma artística (2003, p. 13), tal como el filósofo húngaro expuso en El alma y las formas. Pero para Lukács el ensayo no solo tenía un propósito de exposición y detalle, sino que se vinculaba a una forma de pensar que debía interrumpirse en cualquier momento. Solo en ese sentido también lo planteaba Adorno, pues el ensayo, al contrario de las ciencias,
no es conclusivo, no sigue sus reglas: es anti sistémico: “Ni siquiera
en el modo de presentación puede el ensayo actuar como si hubiera
deducido el objeto y no quedara nada más que decir.” (Adorno, 2003, p.26).
Matta, Sin título, 1942-1943, Óleo sobre lienzo. 30,5 x 40,5 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
En El ensayo como forma, Adorno utiliza una serie de componentes paratextuales para dar dinamismo a su presentación, como el epígrafe que
referencia a Goethe, los pies de páginas que mencionan a los autores que pone a debatir (Kant,
Nietzsche, Hegel, Lukács, Platón, además de toda una serie de
explicaciones para la mejor comprensión del lector, como la
explicación sobre Leo Popper). Es esto mismo un ejercicio de lo que plantea, utilizando un lenguaje filosófico
en tanto sigue una secuencia argumentativa, sustentando
ideas que exigen un alto nivel de abstracción. Es un
ensayo que mantiene una secuencia lógica en la que no hay espacio o tiempo definido, donde los puntos conclusivos vienen y van. Esto tiene que ver con lo que el autor Adorno plantea: “Todos sus conceptos [en el ensayo] han de exponerse de tal modo que se presten apoyo mutuo, que cada uno se articule según las configuraciones
con otros. En él se reúnen en un todo legible elementos
discretamente contrapuestos entre sí; él no levanta ningún andamiaje ni
construcción” (Adorno, p. 23).
Magritte, René. La Clef des champs, 1936, Óleo sobre lienzo. 80 x 60 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid.
El ensayo como forma es un texto que ocupa su misma forma, ya que, a nivel del manejo del lenguaje argumentativo, puede
entreverse la meticulosidad elaborada por el autor en su exposición. La manera en cómo abarca no solo lo literario sino también la problemática de una época especifica, es central. La relevancia en la integración entre el arte y la filosofía que plasmó Adorno da a entender lo imposible de la separación entre la actividad del pensamiento y el poder creador de lo literario, y en tal sentido, Adorno se convierte en un referente para toda consideración acerca de la filosofía del arte y del análisis de la literatura moderna. Adorno estuvo en el centro de aquel nuevo sentir crítico, donde despertaba un sentimiento de novedosas interpretaciones del mundo, de un apreciar artístico en todas sus formas que, en últimas, no puede ser categorizado como una suma de movimientos culturales o intelectuales, sino de una totalidad que recupera la vida social en sí misma. En los grandes ensayistas quedó mucho de lo que Montaigne inauguró al escribir sus Ensayos, cual apertura a una nueva forma de escritura y reflexión fragmentaria, pero no por eso incoherente.
Referencias bibliográficas
Adorno, T. (2003). Notas sobre literatura. España: Akal. Básica de bolsillo. Obra Completa 11.
Lukács, G. (2013). El alma y las formas. Valencia:Universitat de valencia.