miércoles, 31 de enero de 2018

Sobre Vita Brevis


Vita Brevis es una obra escrita por el filósofo noruego Jostein Gaarder y publicada en el año 1996, en la que afirma que su contenido es una carta legítima escrita por Flora Emilia, concubina, mujer y madre de Adeodato, hijo de San Agustín. Pese a la posibilidad de que no sea una autentica, Gaarder escribe: “A mí no me cabe duda de que la carta es auténtica y de que, al fin y al cabo, tiene que tener su origen en la que durante muchos días fue la concubina de Agustín.” (Gaarder, 1996, p. 12).

 Jostein Gaarder (Nacido en 1952). Reconocido por su novela El mundo de sofía.

La carta surge como una respuesta de Flora Emilia a San Agustín luego de haber leído el libro de las Confesiones. Obra en la cual San Agustín narra lo que llama sus pecados al mismo tiempo que expresa alabanzas a la naturaleza divina de Dios. No solo se trata de una carta de carácter personal, sino también de un escrito de interés filosófico al ser una argumentación crítica del pensamiento de Flora Emilia respecto a la filosofía teológica de San Agustín. El texto organizado por Gaarder cuenta con diez capítulos en los que Flora Emilia narra su descontento por cada una de las afirmaciones, recuerdos y reflexiones de San Agustín.

Entre los desacuerdos que Flora Emilia narra en Vita Brevis podemos encontrar que, al momento de leer las Confesiones, ella resalta que San Agustín omite información sobre la relación que había entre ellos. Al omitirla, ella afirma que siente celos del abandono que experimentó por parte de San Agustín, el cual, en un primer momento, fue alejado de ella por Santa Mónica, y, en un segundo momento, por la filosofía, para finalmente revelarse, recelosa, contra la continencia del mismo. Se manifiesta en contra de la visión teológica de San Agustín y del clero de la época, en especial de la idea de un Dios castigador que sacrifica y censura.

Respecto a su relación con San Agustín, Emilia siempre le manifiesta, al punto de intentar convencerlo, que el amor que hubo entre ellos, sensual, erótico y profundo, no era pecado, impuro ni mucho menos una ofensa a Dios. Si Dios ha dado el amor y las pasiones, ha sido para unir hombres y mujeres. Flora Emilia deja en evidencia la disputa de la iglesia respecto al amor, resaltando cómo las mujeres eran consideradas un obstáculo entre el hombre y Dios. Es notoria la lucha entre el amor a una mujer y el amor a Dios, del cual, para ella, San Agustín eligió el segundo. Lanza críticas a la inmensa represión que tenía la religión sobre las pasiones, carnales y no carnales, a las que San Agustín siempre se refiere con tono de vergüenza, arrepentimiento y autoflagelación; además de los sentimientos humanos de amar y ser amado, de lo cual San Agustín también se arrepintió




Flora Emilia dedicó gran parte de su tiempo post-partida de San Agustín a instruirse. Le manifiesta al inicio de la carta que su separación no fue dada ni causada por ellos mismos, sino que fue siempre provocada por un externo. Primero fue la madre de San Agustín, luego la filosofía, la teología, la espiritualidad, Dios y, finalmente, la continencia. Citamos textualmente:


Desde que volví de Milán, hace ahora casi quince años, he estado siguiendo tus pasos. Aunque sería más acertado decir que he vuelto a recorrer nuestros viejos senderos de Cartago. Leí todo cuanto encontré sobre filosofía porque necesitaba averiguar qué había en esta disciplina, capaz de separar a unos amantes. Si te hubieras entregado a otra mujer, también habría deseado conocerla. Pero mi rival no era otra mujer a la que poder mirar con los ojos, sino un principio filosófico. Para entenderte mejor recorrí un trecho del camino que tú ya habías andado, ése es el motivo por el cual comencé a cultivar esta ciencia. Mi rival no era sólo mi rival. Era la rival de todas las mujeres, era el ángel de la muerte del amor (Gaarder, 1996, p. 25). 

A raíz de la ardiente locura con la cual Flora Emilia narra a San Agustín sus memorias y opiniones sobre su relación, sobre el libro las Confesiones, de Dios y la iglesia, Gaarder dice que la carta estuvo oculta, negando su autenticidad y de incluso negar que aquella relación y ese hijo hubiesen existido. La existencia de Flora Emilia significa al catolicismo duras críticas, como, por ejemplo: ¿Por qué las mujeres están en segundo plano? ¿Por qué las mujeres no pueden acceder al sacerdocio? ¿Por qué San Agustín rechaza su vida anterior? o ¿Por qué San Agustín consideraba su vida anterior pecaminosa?

Esta y muchas otras son las preguntas que quedan en el tintero, y surgían así porque Flora Emilia deja en entredicho las ideas de la vida eterna de San Agustín, para lo cual sobrepone el vita brevis, que traduce la vida es corta; con esta frase que él una vez le dijo, ella recuerda el día en que, llevado por sus pasiones, acarició su cabello y, como un sello sobre su cuerpo, le significó la plenitud de estar junto a ella, con su disposición y rendición. A Flora Emilia no solo le duele que Agustín no sea capaz de recordar tales emociones, sino que tampoco recuerde los momentos juntos y con Adeodato, al que San Agustín llamó en sus confesiones como el niño que fue fruto de mi pecado carnal. A Flora Emilia le espanta pensar que San Agustín sea capaz de usar ese acontecimiento como un alivio para purificar su alma del pecado.


Referencias bibliográficas. 


Gaarder, Jostein. (1996). Vita brevis. Biblioteca Gaarder. Ediciones Siruela.

lunes, 22 de enero de 2018

San Agustín de Hipona: Vida y obra II


Nuestra segunda parte, dedicada a la vida y obra de San Agustín, está centrada en dos de sus obras cruciales para la historia de la filosofía, a saber: Contra académicos y El maestro. Veremos en ellas algunos temas ya abordados por San Agustín, donde las problemáticas se encuentran enmarcadas en una reflexión general sobre el ser humano y Dios, ya mencionadas en nuestra parte precedente.   

Sobre el texto Contra académicos


Contra académicos es una obra escrita en un periodo de transición, en el cual Agustín se acostumbraba al modo de vida cristiano, antes de recibir el bautismo. Está dedicada a Romaniano (mecenas de Agustín, quien también se convirtió al maniqueísmo). En el texto, San Agustín examina tópicos como la fortuna, los sentidos del cuerpo y los sentidos del alma; sosteniendo que lo mejor que posee el hombre para la vida es la mente o razón, pero que, sin embargo, no se debe vivir conforme a ella, sino respecto a la bienaventuranza de Dios. Damos cuenta, en tal planteamiento, del sometimiento de la razón a la fe. En un nuevo apartado, Agustín reniega de una comparación que él mismo había realizado entre filosofía y filocalia (amor a la belleza), ello en cuanto a verlas como hermanas, explicando que la primera es el amor a la hermosura de la sabiduría, mientras la segunda sólo consiste en banalidad. Por otra parte, en Contra académicos se aborda el tema sobre el alma, argumentando que ésta no ha sido arrojada del cielo y que, en consecuencia, el cuerpo no debe ser visto como su prisión; así es como podemos comprender una relación armónica entre cuerpo y alma. Agustín escribe que la doctrina cristiana debe defenderse de los planteamientos impuros de pensadores como Platón (de quien alguna vez fuera defensor), así también de los platónicos y de los académicos, fundamentando su obra, críticamente, respecto a las precedentes escuelas y sus críticas. En esta obra Agustín explica que ya no le debe nada a Cicerón, refutando sus ideas concebidas en su obra Hortencius

Sant’Agostino discute con i filosofi, Firenze, Biblioteca Medicea Laurenziana. Tomado de: Iconografia agostiniana. vol. 1: dalle origini al XIV secolo di Alessandro Cosma, Gianni Pittiglio, Valerio Da Gai.

En el primer libro de Contra académicos se explica la idea de la fortuna, la cual, en términos de Agustín, está sometida a un orden secreto propio del universo. El autor muestra cómo la filosofía lo alejó de todas aquellas supersticiones maniqueas que él creía verdaderas, como expone a lo largo de las Confesiones. La primera parte de la obra es interesante en tanto la estructura narrativa que sigue, pues se convierte distintas veces en un dialogo entre Licencio y Trigesio –aprendices de Agustín, a quienes también el diálogo de Cicerón incitó a estudiar la filosofía-. Tal diálogo tiene por objetivo definir la felicidad y el conocimiento. El tópico se formula de la siguiente manera: ¿Puede ser dichoso un hombre sin haber conocido la verdad? o acaso ¿Se encuentra la dicha en la constante búsqueda de la verdad? 

La disputa se detiene en un momento por petición de Licencio, quien no parece acertar con las respuestas adecuadas, por tal motivo el diálogo en la obra se divide, conforme pasan los días, en tres partes. De esta forma llegan al tema de la sabiduría, definida como el camino recto de la vida. Trigesio plantea que la sabiduría es el camino recto que guía a la verdad. Al día siguiente continúan la discusión, brindando cada vez nuevas definiciones. Con todo, Agustín llega  a la conclusión de que la sabiduría es la ciencia e inquisición de las cosas divinas y humanas. El autor incita a este debate entre los dos aprendices con el fin de motivarlos al estudio y a la comprensión del ejercicio de la filosofía. El segundo libro se centra principalmente en el tema de la hermosura, además de la influencia de Romaniano sobre Agustín. Se exponen las doctrinas de los académicos, un grupo de estudiosos que planteaba, entre otras cosas, que el hombre no podía alcanzar el conocimiento de la ciencia por medio de la filosofía. El tema central vuelve a ser el de la Verdad y cómo, tal vez, puede ser alcanzada mediante la demostración. 

Sant’Agostino in trono, Douai, Bibliothèque Muncipale. Tomado de: Iconografia agostiniana. vol. 1: dalle origini al XIV secolo di Alessandro Cosma, Gianni Pittiglio, Valerio Da Gai.

El tercer libro vuelve sobre el tema de la sabiduría, recurriendo a distintos planteamientos relacionados con los grandes sabios griegos como Zenón, Platón y Cicerón; se aborda el tema de la verdad del conocimiento matemático, problematizando la idea de la certeza. El tópico de la sabiduría es por demasía extenso, por ello, Agustín, mediante la estructura narrativa de la exposición, exponiendo los argumentos en diálogos, es capaz de abordarlos sin que queden aristas sin tratar en el debate. En definitiva, podemos plantear que la obra es una crítica a las distintas doctrinas que Agustín considera erróneas, principalmente a los académicos, así como también a su pasado lleno de errores, tal como lo vimos en las Confesiones

Sobre la obra El maestro

Es interesante para nosotros que, el texto, al igual que Contra académicos, esté escrito en forma de diálogo. Esta vez la conversación se desarrolla entre Agustín y su hijo Adeodato. El tema central versa sobre la finalidad del lenguaje. Agustín inicia la disertación inquiriendo acerca del fin que logramos alcanzar con la utilización de nuestro lenguaje, a lo que Adeodato responde que éste sirve para transmitir conocimiento, es decir, para enseñar y aprender saberes. Sin embargo, tanto Agustín como Adeodato llegan a la conclusión de que el lenguaje sirve para enseñar pero no para aprender, pues, cuando se intenta lo último, el lenguaje entra en el campo de la enseñanza. Sería correcto decir, más bien, que si no se utiliza para aprender, se utiliza efectivamente para recordar, esto es, para despertar recuerdos en nosotros mismos y en los demás. De tal manera, se plantea la cuestión sobre si el acto de la oración no es un fin del lenguaje, pues allí ni enseñamos a otros ni recordamos a Dios, a lo que Agustín responde que eso es un acto del hombre interior que sirve solo para ser un templo para Dios.

A partir de tal planteamiento, se llega al tema del significado de las palabras y del lenguaje en sí mismo. Para ello, ambos se convencen de que cada palabra contiene un signo, y por ende, si una oración tiene ocho palabras, habrá ocho signos. Agustín pregunta a Adeodato si es posible que existan signos sin palabras, y a este respecto se llega a la palabra nada, que no significa algo, lo que hace que corrijan la idea de que cada palabra contenga un signo. Para esta contradicción, Agustín sugiere que tal vez Dios pueda ayudarlos a conseguir una respuesta más adelante. Se demuestra que las palabras solo pueden ser explicadas con otras palabras, para lo cual Agustín reflexiona sobre si puede haber una explicación que parta de los mismos significados, viendo a su vez también lo contrario: ¿Acaso existen cosas que no tengan un signo? Reflexionan sobre la posibilidad de transmitir mensajes sin un lenguaje, pues éste refiere a palabras que, a su vez, necesitan de otros significados. Ambos piensan entonces en las señas que realizan los mudos y sordos, que terminan siendo elementos difíciles de poder nombrar, por cuanto es casi imposible trasmitir un signo sin la ayuda de otro.


Sant’Agostino nello studio, Venezia, Basilica di San Marco, Battistero, 1343-1354. vol. 1: dalle origini al XIV secolo di Alessandro Cosma, Gianni Pittiglio, Valerio Da Gai.


Se desarrolla la idea de cómo los signos pueden ser explicados por otros, llegando a la conclusión de que existen distintos tipos de signos, entre los que se encuentran los audibles y los escritos. Así, sintetizan que toda palabra es un signo pero no todo signo es una palabra. La cuestión acerca de los signos se profundiza en la medida en que se abre la posibilidad de la existencia de signos que se refieran a otros y que estos otros se refieran a los mismos, es decir, a la existencia de signos recíprocos. Agustín pregunta a Adeodato si toda palabra es un nombre, a la vez que si todo nombre es una palabra, esto lo hace con el fin de averiguar si tales signos son recíprocos. Aquí entramos en una larga conversación que busca definir las diferencias entre palabra, verbo, nombre y vocablo. Concluyen que hay signos que no pueden ser entendidos por su significado (por ejemplo, la palabra conjunción), y que al decir signo nos referimos a una palabra, y que al decir palabra nos referimos a un signo. Todo esto quiere decir que la idea de palabra y signo contienen a su vez dos palabras y dos signos, por lo cual son recíprocos. Mas adelante se delimitan estas intrincadas definiciones, exponiendo en el capítulo ocho un resumen de lo precedente.

Al final del texto se reflexiona sobre la preferencia de los signos o de los significados; es decir, y aquí Agustín escribe un ejemplo a Adeodato acerca de lo que es el hombre: ¿Acaso es la suma de las dos sílabas, hom – bre? ¿O acaso su significación es lo valioso? Inicia de esta manera otra larga discusión, esta vez referente a los signos y a los significados. Tal debate termina con la pregunta de si realmente pueden enseñarse los signos, a lo que se responde que nada puede enseñar los signos por sí mismos sino con la ayuda de las palabras. La pregunta con la que se cierra la obra es ¿Cómo podemos aprender todas las cosas que nos rodean a través de las palabras? Pues todo lo que percibimos lo hacemos por medio de los sentidos o de la mente, es decir, mediante lo sensible y lo inteligible. San Agustín concluye, en medio de pensamientos acerca de Dios, que las palabras no parecen ser capaces de manifestar todo lo que nuestro espíritu posee. 

Para realizar los resúmenes de las dos obras mencionadas en esta entrada utilizamos la página Augustinus, donde pueden encontrar las obras completas de San Agustín en español.

lunes, 15 de enero de 2018

San Agustín de Hipona: Vida y obra I


Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre del año 354 en Tagasteen y murió en Hippo Regius el 28 de agosto del año 430. Es considerado uno de los principales padres de la iglesia cristiana en Occidente. Su obra filosófica y teológica está conformada por memorias que son al mismo tiempo confesiones literarias de carácter religioso, las cuales fueron inicialmente escritas en latín y en periodos que comprenden casi toda su vida.

 
Iconographia magni patris Aurelli Augustini Hipponensis episcopi, et ecclesiae doctoris excellentissimi.
Autores: Maigret, George y Petri, Hieronymus. (1624). Créditos por el recorte al blog Odisea 2008.

San Agustín presenció los vaivenes de una vida contradictoria; tanto así, que es reconocido no solo por sus aportes en un periodo que ha sido denominado de transición, como lo es la Edad Media occidental, sino porque en la actualidad es glorificado por católicos y protestantes como el más grande de los Padres de la iglesia, y desde luego por la historia de la filosofía como uno de los más importantes filósofos que indagó respuestas a los grandes interrogantes de la humanidad, tales como la pregunta por la verdad, el ser, la belleza (ver entrada), el bien y el mal, la moral del hombre, el alma y la existencia de Dios. Su vida es una confluencia de variedades y experiencias, pasando por ser católico, maniqueo, escéptico, neoplatónico, de nuevo católico, filósofo y teólogo, comprendiendo tales posturas siempre en actitud integral.


Podemos apuntar la importancia de su vocación por recoger, coordinar, asimilar y transmitir dos culturas: la grecorromana y la judeocristiana. San Agustín aceptó en gran parte la filosofía griega y confió en ella, lo cual podemos notar en su lectura de Cicerón. Se convenció tanto de esta filosofía que se presentaba a sí mismo como un Platón cristiano; más tarde se enfriaría tal entusiasmo platónico, pero siempre quedaría algo de ella como parte esencial suya, terminando por convertirse en la base de su especulación teológica. Su filosofía ha sido considerada muchas veces como una síntesis de platonismo y profetismo, idealismo y realismo, objetivismo y subjetivismo. Tal vez sea acertado conocer más sobre su vida a través de un resumen de sus Confesiones, donde podremos asimilar de forma más completa, a su vez, la obra de este filósofo medieval.

Resumen del texto Confesiones de San Agustín

El libro que trataremos a continuación se estructura como una obra de matiz íntimo y confesionario, equivalente a un diario personal o autobiografía, en la cual quedan plasmados los relatos de vida de San Agustín. Originalmente escritas en latín, el tiempo que cubren estas confesiones van de la infancia de Agustín hasta el año 387, año de su bautismo. La estructura del libro pueda leerse como un relato, y en este sentido la obra puede ser vista como representativa de la literatura religiosa. Por otra parte, el libro no solo muestra la confesión de un hombre, sino también una glorificación al mismo. Cabe aclarar que, si bien el texto está constituido como confesiones de un cristiano, en el que se manifiestan faltas de fe, también se concibe como una obra poética en la que se plasma el amor y la incondicional admiración al dios cristiano. Al inicio de la obra, Agustín agradece a Dios por la concepción de la sabiduría y del entendimiento que le otorga, ello con el fin de poder guiar su búsqueda y permitirle entender el mundo y a los hombres.


Confesiones se encuentra dividida en diez libros, conformados a su vez por capítulos o subdivisiones. El libro primero inicia con una serie de poéticas alabanzas a Dios, a su grandeza e inteligencia. Agustín se refiere a la omnipresencia y omnipotencia en términos de reverencia, admiración y respeto. Ya en los primeros párrafos deja condensada reverencias divinas, las cuales otorgan virtudes a los hombres. En los párrafos siguientes le solicita a Dios la sabiduría para conocerle y alabarle, para entenderle y saber qué es certeramente Él y no otra cosa. Es decir, con el fin de no confundirle con otros entes de la naturaleza, ya que el que no conoce de dios puede invocar y alabar a cualquier ente. Para Agustín, Dios está en nosotros y nosotros en él, y que son desgraciadas las personas que no están con él y no lo sirven. Es a partir del capítulo lV del primer libro que San Agustín inicia sus confesiones, arrepintiéndose incluso de las acciones que hizo siendo un bebé. Agustín escribe que no recuerda esa etapa de su vida, pero que, viendo la conducta de otros bebés, puede imaginarse cómo, tal vez, fuese así. En este espacio manifiesta, por ejemplo, los celos que sentía al ver a su madre con otros bebés, por lo cual pide perdón, sumando su apetencia por querer que se centraran en él, alimentándose sobremanera. Además de esto, Agustín añade ciertas reflexiones en torno a que Dios siempre es el mismo y eterno, siendo un eterno presente. Con el pasar de sus testimonios, descubrimos que Agustín aborrecía el estudio cuando era niño, amaba el juego y temía al castigo.  Aprendió la lengua latina y, sin embargo, renegaba de la lengua griega.


A partir del libro segundo, San Agustín escribe parte de su adolescencia y de lo mucho que estuvo influenciado por los placeres terrenales de la carne, las pasiones y los deleites de los mortales. Viaja en esta época a Cartago, donde confiesa distintos pecados cometidos allá, dando especial énfasis a un robo de peras que realizó en compañía de otros, renegando de lo perjudicial que pueden resultar las malas amistades. No obstante, deja de manifiesto que Dios estuvo siempre con él, enseñándole el camino que debía seguir, agradeciendole una vez más por enseñarle lo perjudicial de las malas decisiones. Afirma que su madre siempre tuvo la intención de inclinarlo hacia Dios, de orar y salvarlo. Agustín culmina el segundo libro con una reflexión sobre lo bueno que es dios y que él todo lo cubre.


El libro tercero inicia con ciertas confesiones referidas al ámbito sexual y al amor; lo principal de este capítulo radica en que Agustín tiene un acercamiento a la obra de Cicerón, específicamente a Hortencius, haciendo tal obra que su concepción sobre la búsqueda de la Verdad cambiase; por ello se dedicó al estudio de la retórica y terminó por ser parte de la secta de los maniqueos, dejándose llevar por sus doctrinas; durante este tiempo, su madre, Santa Mónica, lloró constantemente por la salvación de su hijo. El libro cuarto se centra en la enseñanza de la retórica que ejerció y el distanciamiento, mediante la ayuda de un sabio médico, de ciertos conocimientos que no eran verdaderos y que inducían al error, como la astrología. Otro punto central de este libro es la muerte de un amigo cercano, noticia que causa gran tristeza en él, tanto así, que opta por irse de Cartago porque todo en ella le recordaba aquel amargo acontecimiento. Es importante mencionar aquí el acercamiento de Agustín a la obra de Aristóteles, con quien no desarrolla una cercana afinidad.


El libro quinto tiene que ver con el enfrentamiento que tuvo Agustín con Fausto, un maestro de la secta maniquea, quien al parecer no pudo dar respuesta satisfactoria a la búsqueda de Agustín sobre la Verdad. Por tales motivos, Agustín opta por dejar la secta y busca nuevas formas de acercarse al conocimiento de las cuestiones fundamentales de la vida. Es por esta etapa que Agustín conoce a los escépticos y tiene un breve contacto con ellos. Luego de estas experiencias, Agustín viaja a Roma, con el fin de enseñar el arte de la retórica; mientras tanto, su madre sigue pidiendo a Dios que su hijo recapacite y tomase su camino. Más tarde llegaría a Milán, donde conocería a San Ambrosio. Agustín cuenta que fue gracias a él que por fin dejó de lado los errores y comenzó a andar por el buen camino. En el libro sexto, Agustín escribe que estaba ya libre de cualquier influencia maniqueísta y católica, lo que, desde luego, quien lo lee, sabe que no es del todo cierto. San Ambrosio sigue siendo un personaje importante, ya que gracias a sus sermones y recomendaciones Agustín emprende un nuevo camino para acceder al fundamento que buscaba. Aquí hay que mencionar la importancia de Alipio y del cómo Agustín trata de poner orden a su vida, que había sido tan pecaminosa.


El libro séptimo inicia con una mención a las ideas implícitas maniqueístas que hay en San Agustín respecto a la idea de Dios, esto es, la concepción de que éste es una sustancia material. Es más adelante que Agustín supera tal idea para adentrarse en las ideas platónicas, esto le hizo, en sus palabras, más sabio, pero también soberbio. A partir de ese momento es que hallaría los libros sagrados, fundamental paso para su conversión. De esta forma, el libro octavo se refiere a la importancia de la conversión de los pecadores; vemos además las constantes amistades que Agustín tuvo con distinguidas autoridades de la iglesia. En este libro escribe un San Agustín que posee una seguridad en Dios definida y demarcada, confesando su decisión de seguirlo; en esta parte cuenta la historia de Victorino, un romano convertido a cristiano. Medita sobre la satisfacción de superar el dolor, narrando el encuentro con el anciano Simplicio. También formula una pregunta: ¿Por qué ley del pecado es la fuerza de la costumbre? Y cuenta la historia de Antonio, un monje de Egipto, relatado por Ponticiano, el cual una vez que fue a visitarle, en tal historia, se expresa cómo el monje se libró del deseo del coito. Luego de todo esto, Agustín escribe que se retiró a un huerto en su casa, lo cual, para nosotros, tal acción puede ser vista como un antecedente del retiro que realizará al final de su vida.

 
Toda esta conversión se ve acompañada de múltiples reflexiones del autor respecto a la grandeza de dios y a que todo en él es bueno. El libro noveno muestra alabanzas de Agustín a Dios; es así como arregla dejar las clases de retórica y consigue, mediante un amigo, una casa donde puede irse a meditar lo aprendido con la nueva doctrina. Este libro es importante en la medida que Agustín menciona volver a Milán y, en compañía de su hijo Adeodato, recibir el santo bautismo, confirmando su conversión. Un hecho importante aquí es la muerte de su madre Santa Mónica, lo que hace que Agustín entre en un estado de desaliento total y llore a su madre como ella había llorado tanto por él. Por último, el libro décimo habla sobre las alabanzas y oraciones que el autor atribuye a Dios como agradecimiento; menciona aquí un aspecto fundamental para la filosofía, y es el tema de la memoria y del cómo su capacidad reflexiva permite recordar el olvido y fortificar el sentir de las pasiones del ánimo.


Pero tanto en el noveno libro como el décimo, San Agustín está manifestando su temor a dejar la costumbre, del cómo fue ese paso difícil de la vida mundana a la vida devota. También deja entrever una carencía de excusas y razones para no seguir a Dios desde el inicio, desconociendo la verdad, y que, por tanto, al sentír que la ha encontrado, se manifiesta como un creyente total. Así, la última parte del libro se encuentra enfocada en esta nueva vida de San Agustín como creyente. Hasta tal momento, Agustín no deja de reafirmar y atribuir a su creador cada cosa en su vida, pues la conversión no habría sido posible si su Dios no lo hubiese querido de tal manera.

Referencias bibliográficas 

San Agustín. (1983). Confesiones. Sarpe, Madrid. 

lunes, 1 de enero de 2018

El texto de "La ciudad" en Economía y sociedad



Die Stadt

En el Congreso Mundial de Sociología celebrado en 1997 en Montreal (Canadá), se formuló la idea de realizar un balance crítico del legado de la sociología del siglo XX. Con este propósito, un comité del congreso, conformado por nada más que la International Sociological Association (ISA)[1] realizó una encuesta de opinión entre 1997 y 1998 en más de 30 países, con el fin de precisar los 10 libros con mayor influencia en el campo de la sociología del siglo XX. De las 978 obras escogidas, las que encabezaron la lista fueron Economía y sociedad; La imaginación sociológica; Teoría y estructura sociales de Robert King Merton; La ética protestante y espíritu del capitalismo; La construcción social de la realidad; La distinción; El proceso civilizatorio; Teoría de la acción comunicativa; Teoría de la estructura social y La presentación de la persona en la vida cotidiana[2]

Sin embargo, el “libro” más importante, Economía y sociedad (EyS), escrito por Max Weber, es problemático hasta en su conformación misma. Publicado póstumamente en 1921, fue el resultado de la labor de la esposa del autor, Marianne Weber, y el editor Melchior Palyi, quienes organizaron el nachlass. La primera edición de EyS fue publicada en 1922, y la forma en que presentada fue la siguiente: “Marianne consideró factible reconstruir la estructura de EyS según un “plan original” constituido por el esbozado en 1910 [por el autor], modificado en 1914 y aludido por Weber en algunas referencias epistolares a su editor.” [3] [Aquí es necesario mencionar que el objetivo que originó EyS era el de ser un manual didáctico, escrito conjuntamente entre varios intelectuales dentro del Grundriss der Socialökonomik]. Marianne llegó a la conclusión de que la obra debía constar de dos partes: la primera de carácter abstracto, conceptual y general, y la segunda de carácter empírico, donde aparecieran las narraciones comparativas y las ejemplificaciones históricas. La segunda parte constaba con los manuscritos más antiguos, escritos en 1911-1914; la primera era más reciente y Weber la había retomado en 1919 para completar, a principios de 1920, las primeras 180 páginas de su obra, las cuales entregó a la imprenta él mismo. 


Marianne consideró los manuscritos de la sociología de la dominación demasiado extensos y los separó en una tercera parte. Su colaborador, Palyi, la convenció de que el texto sobre “La ciudad”, que ya había sido publicado en 1921 en el Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik (AFSS) era parte también de EyS, pues podía acomodarse convenientemente a la sociología de la dominación. El editor había escrito: ¿Qué acaso todo lo que escribe un sociólogo no cae bajo el rubro de “Economía” o “Sociedad”? [4] Esta organización del texto fue la que se tomó para la primera edición de EyS al español en 1944. La segunda y la tercera edición permanecieron iguales; sin embargo, al parecer Johannes Winckelmann, el encargado de la cuarta edición de la obra, tuvo que esperar a que muriese Marianne para realizar una nueva edición de la obra en 1954, teniendo como fundamento un artículo que había escrito. Al ésta fallecer, dispuso varios capítulos en orden distinto e inventó el capítulo de sociología del Estado. Johannes Winckelmann también cambiaría el nombre del texto de la ciudad por el de “La dominación no legítima (tipología de las ciudades)", con el objetivo de “llenar” la obra de un tema que Weber supuestamente “no había abordado”, es decir, el de las formas no legítimas de dominación. Esta edición de Winckelmann fue que la se tradujo para la segunda edición en español de la obra en 1964.

En la nueva edición de la obra (2014), es decir, la tercera en español, se traduce y organiza el libro conforme a la primera edición alemana, volviendo al texto original conformado por Marianne, quien supo organizar lo mejor que pudo la obra. La nueva edición estuvo a cargo de Francisco Gil Villegas; allí se opta por volver a cambiarle el nombre al texto de La ciudad y dejarlo como aparecía originalmente. En él se abordan múltiples temas que se expresan en una tipología de ciudades que se refieren principalmente a organizaciones propias de la ciudad antigua y medieval, además de referencias a la moderna organización de la ciudad. 

El texto de La Ciudad apareció originalmente como un artículo independiente póstumo, con el título Die Stadt, en el AFSS, vol. 47, número 3, agosto de 1921 en las páginas 621 hasta la 772. Luego fue incorporado en 1922 en la primera edición de EyS. Autores como Wolfgang Schluchter dudan de que este texto estuviera destinado a ser parte de EyS, pues hay ciertos indicios “[…] para pensar más bien que estaba proyectada para publicarse en un cuarto volumen de los Ensayos sobre sociología de la religión, con el fin de complementar los ensayos sobre la ética protestante con una explicación de carácter “materialista”, político y socioeconómico sobre las causas del surgimiento del capitalismo moderno en Occidente a finales de la Edad media, es decir, por lo menos cuatro a tres siglos antes de la Reforma protestante.” [5] Este texto es importante para la obra global de Weber en el sentido en que muestra en multiplicidad de ejemplos históricos la suma entre la racionalización formal económica y la racionalización formal jurídica, fundamental para el desarrollo del capitalismo moderno, el cual solo puede darse en el marco de una autonomía política urbana acorde con los intereses económicos y políticos de un estamento especial de burgueses. En el sentido de la metodología, el texto de la ciudad es un ejemplo claro de la construcción de tipos de ideales.


[1] El siguiente congreso es el XlX y fue realizado en Toronto con el nombre: Poder, violencia y justicia: reflexiones, respuestas y responsabilidades. Julio 15 al 21. 2018.
[2] Lista completa: http://www.isa-sociology.org/books/vt/bkv_000.htm
[3] Villegas. Gil. Introducción. En: Economía y Sociedad. México: Fondo de cultura económica, 2014. p. 9-109
[4] Villegas, Op.cit.
[5] La cita es retomada por Francisco Gil Villegas en la introducción a EyS.