lunes, 5 de febrero de 2018

Santo Tomas de Aquino: Vida y Obra I


Tomás de Aquino nació en 1224 en Italia y murió en 1274 en la misma ciudad, a los cincuenta años de edad. Considerado uno de los más grandes exponentes de la escolástica, Santo Tomás fue un Padre de la iglesia y filósofo medieval que abordó temas que recogían una larga tradición filosófica, la cual buscaba fundamentar las reflexiones sobre Dios y el ser humano. Dentro de sus más grandes e importantes aportes a la historia de la filosofía encontramos el Tratado sobre la verdad; el Tratado sobre el gobierno de los príncipes; el Tratado sobre la eternidad del mundo; el Tratado sobre la piedra filosofal y arte de la alquimia; la Suma contra gentiles (contra los infieles, no católicos) y la Suma teológica, caracterizada principalmente como un tomismo aristotélico. De la misma forma que otros filósofos de la época, Tomás de Aquino profesó gran fe al cristianismo, formulando planteamientos sistemáticos sobre la naturaleza, el gobierno, Dios y el ser humano. A continuación, presentaremos dos breves reseñas sobre algunos de los textos mencionados arriba, esto con el fin de hacer nuestra exposición más fructífera, entrelazando la obra y la vida de Tomás de Aquino.

Relatoría del Tratado sobre el gobierno de los príncipes

En este tratado encontraremos la postura de Santo Tomás de Aquino respecto a las múltiples formas de gobierno y sobre el problema del Estado. El texto se encuentra dividido en cuatro libros, siendo el primero de ellos un conjunto de ideas respecto a los orígenes y naturaleza del poder político y sus formas. En el segundo libro, Tomas de Aquino se refiere a la labor del rey o del príncipe, además de abordar las formas en que éste debe llevar a cabo su gobierno. El tercer y cuarto libro apuntan a estudios del autor sobre la naturaleza del Estado, describiendo multiplicidad de ejemplos históricos, con el fin de ilustrar sus planteamientos. Cabe resaltar que la obra está dedicada al Rey de Chipre, lo que indica una tendencia de forma de gobierno a la que Santo Tomás dignificará y defenderá. Ahora bien, lo primero que plantea Santo Tomás es que existe en los hombres (definiendo al hombre como un animal social y político, tomada de la definición de Aristóteles) una tendencia a ser gobernados por un líder, ello con el fin de convivir en paz. Existe en los humanos una necesidad de guía, un atributo de la naturaleza, consistente en el deber apoyarse en los demás y vivir en compañía. También al hombre le fue dada la razón y el lenguaje, diferenciándose con ello de los otros animales, configurando tal interaccion con sus congéneres para manterner la vida en conjunto. Esto lo argumenta  Santo Tomás al citar distintos pasajes de la biblia.

 Anónimo. Siglo XVlll. Grabado en cobre sobre papel y óleo. 56 x 38 cm

Santo Tomás remite al tema de cómo deben ser los buenos o rectos gobiernos, planteando que se gobierna rectamente cuando se encamina al fin convenido desde un principio, correspondiente al bien de la mayoría. Si dicho gobierno no se ordena respecto al bien común, sino conforme a un fin particular del gobernante, se convertirá en un gobierno injusto y perverso, obteniendo el nombre de tiranía (la cual, según Santo Tomás, es el gobierno que oprime con potencia y no con justicia). Si es más de uno el que gobierna injustamente, se llamará oligarquía; si, por otro lado, el mal gobierno se ejercita por muchos, se llamará democracia. Pero, así como se dividen los malos gobiernos, los buenos se dividen de igual manera; cuando es administrado de buena manera por muchos, se llama policía; cuando es un gobierno de unos pocos virtuosos se llama aristocracia, y si es por una persona, rey. Santo Tomás optará por señalar que es mejor y más útil ser gobernado por uno que por muchos, aunque tal escogencia también puede depender del fin que persiga el gobierno. La principal intención del que gobierna debe ser el procurar la unión que nace de la paz, utilizando, para lograr esto, la razón. Ahora bien, si el mejor gobierno es el del rey, el peor tipo de gobierno, para Tomás de Aquino, es el de la tiranía. Santo Tomás escribe cómo cada uno de los buenos gobiernos pueden denigrar en malos gobiernos, concluyendo que es mejor que en un gobierno injusto gobiernen muchos, pues de esta manera se pueden impedir entre ellos las decisiones por intereses particulares. A partir de tales planteamientos, Santo Tomás se refiere al ejemplo de la República Romana, destilando de ella todo un análisis que sustenta sus tesis principales sobre los tipos de gobierno.

Santo Tomás cuestiona qué es lo que debe mover al rey para actuar con el mejor bien para las personas, ¿acaso es el honor o, por otra parte, la gloria del mundo? Pues necesariamente debe seguirle algún bien a él por trabajar tanto, por mantener y cumplir lo que las personas exigen de un buen gobierno, de lo contrario sería solamente un esclavo de los otros. Para analizar el tema de la gloria del mundo, Santo Tomás menciona los textos de San Agustín, pero termina refiriendo que el bien que adquiere el rey por sus acciones viene siempre de la mano de Dios, pues cumple el oficio de ser Ministro de Dios en la tierra. Es decir, al rey siempre le espera la bienaventuranza celestial. A partir de aquí, Santo Tomás realiza una serie de analogías entre el gobierno y el oficio del rey y el reino, comparándolo con el alma en el cuerpo, a la manera que Dios en el mundo; luego mencionará que el mejor modo de gobernar es el que le compete al rey, siguiendo, desde luego, un modo de gobierno divino.


 Santo tomás de Aquino, finales de siglo XVIII e inicio de siglo XIV, José Risueño. Óleo sobre lienzo, 108 cm x 82 cm.


Santo Tomás no se queda en estos aspectos sobre los gobiernos, sino que incluso recomienda cuáles son los mejores lugares para fundar ciudades o castillos, retomando algunos de los planteamientos de Aristóteles. Escribe, por ejemplo, que las ciudades no deben construirse cerca de lagunas ni pantanos, que, además, el ambiente en el cual sea edificada la ciudad debe participar, moderadamente, del calor y del frío, de aire y de agua pura para una buena sanidad de los cuerpos de los ciudadanos. Santo Tomás plantea que si no se piensa en este tipo de consideraciones, pueden ser causa de que los reinos desaparezcan. Así pues, en el territorio debe haber riquezas temporales o naturales, así también rebaños y riquezas artificiales como el oro y la plata. El autor aborda a continuación la diferencia entre el principado despótico y el principado político (dentro del cual plantea la necesidad de ciudades por el atributo del hombre en vivir en compañía), así como también de los ministros. A su vez, menciona la importancia de la utilización de una moneda propia para evitar inconvenientes en la distribución de las riquezas. Disputa los tipos de dominios existentes y expone una disertación sobre la monarquía de cristo. Allí, habla de Constantino y de la Iglesia Romana, además de referencias a los Cretenses y a los Lacedemonios, todo con el fin de ir nutriendo sus argumentos. Por último, analiza algunas ideas de Sócrates, Platón y Pitágoras respecto a la idea de las ciudades, la función de las mujeres en las mismas y otros temas de interés, los cuales le permiten ir cerrando sus plantemientos sobre el gobierno. Santo Tomás concluye  relacionando todas estas ideas con la concepción de que cualquier reino viene siempre acompañado de la mano de Dios.

Relatoría del Tratado sobre la piedra filosofal y la alquimia


Santo Tomás de Aquino escribe esta obra basándose en gran parte de las ideas expuestas por Aristóteles en los Meteoros; componiendo su escrito de nueve capítulos, algunos extremadamente cortos, en los cuales se aclaran ciertas cuestiones sobre alquimia. En ellos escribe que todo principio natural de actividad produce una multiplicación del mismo, y para explicarlo cita el ejemplo del fuego, el cual se comunica a la madera, extrayendo de la misma una cantidad mayor de fuego. Además, existen, por otro lado, tipos de sustancias que no pueden multiplicarse por similitud o transmutar cosas en sí mismas, como por ejemplo, el hombre en sí. Seguido a tal idea, Santo Tomás expone una distinción entre los elementos que componen la naturaleza: hay, de tal forma, unos que son simples e infinitamente puros, el caso de los cuerpos celestes, de naturaleza incorruptible y que no existe en ellos duda alguna de que están hechos de sustancias que el ser humano no conoce en nuestro planeta. 
 
El otro tipo de elemento es abordado por Santo Tomás en el segundo capítulo: los inferiores, que se dividen en minerales, plantas y animales. Así pues, el autor explica la naturaleza y las propiedades de los minerales, escribe que se dividen en piedras y metales, y a continuación expone una serie de procedimientos (utilización de sangre, estiércol, orina) que darán por resultado la leche de virgen, sustancia que puede transformar distintas sustancias en piedras. El principio activo que debe guiar todo este proceso debe ser el frío o el calor. Santo Tomás explica que en las piedras podemos distinguir tres atributos, a saber: la substancia, la virtud y la acción; la virtud se expresa en las acciones ocultas que producen estas transformaciones, y juzgamos las acciones de la naturaleza respecto a estas mismas consecuencias del cambio. Tales transmutaciones pueden tener algunas propiedades que participen de la idea de los cuerpos supra celestes; sin embargo, escribe Santo Tomás, esto no quiere decir que estén compuestos de la misma sustancia que las componen, desconocidas a los humanos. El autor se referirá a la purificación individual de los cuatro elementos mediante la destilación, para luego unirlos y conseguir una piedra de una naturaleza tan admirable que ningún elemento tendría acción destructiva sobre ella, esta es, la piedra filosofal


 Tommaso, Super libros de generatione et corruptione

En el capítulo tres, Santo Tomás aborda el tema de la esencia de los metales. Plantea que existen siete metales, y que cada uno de ellos participa de un planeta específico: el oro proviene del sol, la plata de la luna, el hierro de marte, el mercurio de Mercurio, el estaño de Júpiter, el plomo de Saturno, y el cobre y el bronce de Venus. A continuación, el autor resalta que podemos crear oro de todos los metales, y que, de todos ellos, menos del oro, podemos hacer plata. En el capítulo cuatro explica la transmutación del metal; aquí Santo Tomás se basa en los planteamientos de Aristóteles y de Avicena cuando escribe que lo que existe en potencia puede reducirse al acto. El autor no se cansa de señalar que quien no conozca perfectamente las formas de sublimación, destilación y de congelación, no puede adentrase en estos experimentos. El quinto capítulo desarrolla la idea de la producción de un nuevo sol y de una nueva luna, esto mediante una serie de complicados trabajos del arte de la alquimia, escribiendo que el hombre que desee realizar este tipo de obras por avaricia, no lo logrará, pues será solo un objetivo de aquel que trabaja con sabiduría y discernimiento. El capítulo seis es una reverencia al poder de Dios por haberle dado al hombre la capacidad de imitar a la naturaleza y el poder de transmutar las especies. Los últimos capítulos son sugerencias y advertencias de Santo Tomás respecto a toda esta serie de experimentos que hacen parte del arte del alquimista.

Lo que busca Santo Tomás con el tratado sobre la alquimia es explicar a su compañero Fray Reginaldo que este arte no es para todos, por ello expuso a lo largo de los capítulos las reglas para poner en práctica lo correctamente aprendido. Algo que hay que resaltar de este tratado es la importancia que se le da al elemento mercurio, pues parece estar a la base de cada una de las transmutaciones que se busquen hacer bajo la capacidad que Dios ha otorgado al ser humano para transformar la naturaleza y acelerar procesos que, bajo ella, hubiesen tardado millones de años para lograr su perfección.

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