José Coley, filósofo y docente de la
Universidad del Atlántico (Colombia) detalla el trabajo y el legado del
filósofo barranquillero Julio Enrique Blanco, nacido en el año de 1890 y
considerado como el primer exponente de la filosofía moderna de Colombia. Con
influencias kantianas, Blanco se formó en un contexto en donde las ideas neotomistas
y la regeneración conservadora dejaban profundas huellas en el pensamiento académico.
Consideró que la formación de los ciudadanos debía tener calidad humana y, a
la vez, capacidad técnica para los trabajos científicos, otorgando así gran
importancia a la relación entre filosofía y educación, sabiendo que el
conocimiento era necesario para la transformación de las sociedades. Blanco entendía
la filosofía como creatividad práctica, es decir, como una actividad que
busca innovar y construir técnicas intencionales de fines prácticos.
La primera instancia institucional
creada por Blanco (gracias al poder político que adquirió al obtener el puesto
de Director de Instrucción pública del Departamento del Atlántico), fue el
Museo del Atlántico, que coincidió con el esplendor de la ciudad de Barranquilla
en la década de 1940. A través de estos objetivos materializados, y viendo el
potencial del museo, Blanco fundó el Instituto de Tecnología, dedicado a la
enseñanza de la química y de la farmacia, consideradas por el filósofo como fuentes
primarias para eliminar la precariedad de los ciudadanos por aquel entonces. Su
objetivo era crear ambientes de educación propicios bajo el ideal de un hombre
completo, formando a las personas con conocimientos técnicos y humanistas.
Por todo esto, el Instituto de Tecnología terminó convirtiéndose en el
Instituto politécnico del Caribe, donde se ampliaría la gama de conocimientos y
temáticas. Coley sostiene, al ver estos procesos de creación institucional, que
la ciudad había llegado a una mayoría de edad en sentido kantiano.
Julio Enrique Blanco fue el primer
rector de la Universidad del Atlántico. Desde su fundación, y durante la década
de 1950 y 1960, ésta vivió su época dorada, y la vida intelectual de la
ciudad giró en torno suyo. La creación de los conversatorios filosóficos en
1991, que tenían por objetivo hacer pública la filosofía, propició un ambiente
favorable a la creación de la Facultad de Ciencias Humanas y del Programa de Filosofía
de la Universidad en 1997. A esto se suman otros eventos vitales como los Foros
Nacionales de Filosofía; los Congresos Internacionales de Filosofía
Latinoamericana de la Universidad de Santo Tomás; los Centros de Estudios
Filosóficos de Barranquilla; el taller filosófico Thales de Mileto; el grupo
Centro Russell y revistas entre las que se encuentran Cultura Caribe, Amauta
y Aletheia. No obstante, y con el pasar del tiempo, la ciudad se vio
sumida en un caos por su ineficiente capacidad administrativa frente a procesos
de inmigración y desplazamiento de personas que buscaban oportunidades
laborales, en parte por las políticas nacionales del Frente Nacional. La crisis
de la Universidad coincidió con la crisis de la ciudad. Es durante esta época
que se fundó la Universidad del Norte, que buscó subsanar el vacío que la primera
había dejado. Aún con todas estas problemáticas internas, la Universidad del
Atlántico sigue siendo un referente académico para la región y el país, y
continúa existiendo gracias a los ideales de su fundador.
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