Realizar conexiones contextuales entre escenarios, en gran medida dispares, supone siempre tener en cuenta los detalles de época. Nuestro trabajo es, al menos, un intento de establecer un tipo de conexión específico, por lo que realizaremos una delimitación espacial y temporal: Colombia y Alemania en un período de tiempo que va de finales de siglo XlX y comienzos de siglo XX. Julio Enrique Blanco nació en Barranquilla en 1890, cuando el aprendizaje de la filosofía giraba en torno a la corriente neotomista en el país y la industria y el comercio en su ciudad natal la convertía en uno de los focos productivos más importantes del país. El filósofo José Coley escribe: “Blanco vivió en su propia formación intelectual el giro hacia nuevas formas del pensamiento, constituyéndose en el primer representante del pensamiento moderno de este país, distinguiéndose de la dirección que siguieron los estudios filosóficos en Colombia hasta comienzos de los años cuarenta.
Blanco fue un estudioso de la filosofía alemana, especialmente de la filosofía de Immanuel Kant y de Edmund Husserl. Para Eduardo Bermúdez, Blanco estudió a Kant por más de 75 años, lo cual dice de su erudición, dedicándose principalmente al estudio de la filosofía de la educación. Sabemos que Kant prestó atención a la formación del ser humano, un eje de análisis al cual Blanco dirigió sus esfuerzos intelectuales para transformar su ciudad natal (véase la entrada anterior). La nota preliminar de su artículo De la causalidad biológica, escrita por la editorial de la revista Voces, habla ya de estas influencias de la filosofía alemana sobre el filósofo barranquillero:
La influencia de Wilhelm Dilthey en el contexto intelectual alemán era grande, principalmente por la explicación de los procesos históricos a partir de categorías de análisis y de un proyecto que buscaba la unidad histórica representada en la esencia de la filosofía. Los planteamientos de Dilthey sobre el conocimiento de lo social llevaron al debate sobre la escisión entre las ciencias del espíritu (o de la cultura) y las ciencias naturales. Tal separación llevó a la formación de escuelas que buscaban fundamentar la solidez de las ciencias de la cultura. Por ello, el estudio de la historia se volvió de gran importancia, y Kant ya había dado claves para el estudio de la misma, aunque hubiese planteado que la filosofía no solo podía aprenderse a través de un saber histórico. Bermúdez sostiene que Blanco negaba que se le considerase un kantiano, y mucho menos un neokantiano:
Referencias
Bermúdez, E. (2009). Julio Enrique Blanco: lector de Kant. Revista Amauta, 13.
Editorial. (1917). Nota preliminar. Revista Voces, 1 (7). pp. 174-175.
Isaza, J. y Duque, N. (Comp.). (2014). Obra en Blanco. Notas sobre la filosofía de Julio Enrique Blanco. Ed. Universidad de Caldas.
Kant, I. (2015). Crítica de la razón pura. Ed. Taurus.
Blanco fue un estudioso de la filosofía alemana, especialmente de la filosofía de Immanuel Kant y de Edmund Husserl. Para Eduardo Bermúdez, Blanco estudió a Kant por más de 75 años, lo cual dice de su erudición, dedicándose principalmente al estudio de la filosofía de la educación. Sabemos que Kant prestó atención a la formación del ser humano, un eje de análisis al cual Blanco dirigió sus esfuerzos intelectuales para transformar su ciudad natal (véase la entrada anterior). La nota preliminar de su artículo De la causalidad biológica, escrita por la editorial de la revista Voces, habla ya de estas influencias de la filosofía alemana sobre el filósofo barranquillero:
Discípulo de Kant, ha seguido con rigor las enseñanzas del maestro en lo que respecta a las parte metodológica y formal de este ensayo [causalidad biológica]. Tras sufrir de una manera asaz notoria las influencias de la filosofía Kantiana, las corrientes de filosofía científica encauzadas en Inglaterra por James Clerk Maxwell, y proseguidas en Alemania por Helmholtz, Mach y Hertz, no tardaron en ejercer sobre su ánimo una vivísima atracción y marcaron su orientación actual que, dada su juventud, no puede considerarse todavía definitiva. (Voces, 1917, p. 174)Para Bermúdez, la producción de Blanco en la revista Voces no es de menor calidad que su producción filosófica de madurez, pues desde un principio leyó a los autores en su idioma, traduciendo también al español algunos escritos de Kant. Bermúdez escribe:
Debido a este interés por Kant, Julio Enrique Blanco se procuró, a través de un librero local, las obras principales del filósofo alemán en su idioma original. Luego se dio a la tarea de traducirlas al castellano. Para 1911, encontramos ya dos traducciones: “Prolegómenos a toda Metafísica del Porvenir”, y “De las formas y Principios del Mundo sensible e inteligible”, esta última directamente del latín […]. (Bermúdez, 2009, p. 63)La influencia del Círculo de Viena y de los intelectuales de la época lo convirtieron en una figura de carácter universal. Por otra parte, interesante es su relación con el neokantismo. Blanco viajó a Alemania en 1920, en medio de un ambiente de posguerra y de agitación cultural en toda Europa, siendo capaz de obtener una mirada holística de diferentes naciones planeando un itinerario sobre su actividad productiva. En este ambiente, la metafísica y el estudio de la historia era una cuestión debatida: “Blanco no hizo rendir cuentas a los filósofos famosos, sino a sus nociones, los fundamentos cognoscitivos de sus nociones, el modo de aparición y desarrollo de sus nociones, así como a su relación con las influencias históricas, que o las inspiraban o las hacían expirar.” (Isaza y Duque, 2014, p. 18).
La influencia de Wilhelm Dilthey en el contexto intelectual alemán era grande, principalmente por la explicación de los procesos históricos a partir de categorías de análisis y de un proyecto que buscaba la unidad histórica representada en la esencia de la filosofía. Los planteamientos de Dilthey sobre el conocimiento de lo social llevaron al debate sobre la escisión entre las ciencias del espíritu (o de la cultura) y las ciencias naturales. Tal separación llevó a la formación de escuelas que buscaban fundamentar la solidez de las ciencias de la cultura. Por ello, el estudio de la historia se volvió de gran importancia, y Kant ya había dado claves para el estudio de la misma, aunque hubiese planteado que la filosofía no solo podía aprenderse a través de un saber histórico. Bermúdez sostiene que Blanco negaba que se le considerase un kantiano, y mucho menos un neokantiano:
[…] conocía bien los diversos matices de las corrientes kantianas, desde el protokantismo de Hermann von Helmholtz, destacado hombre de ciencia que trabajó la fisiología de la percepción haciendo eco de los métodos kantianos para la ciencia natural, pasando por Otto Liebmann quien hizo famosa la frase “debemos volver a Kant”, hasta llegar a los neokantianos propiamente dichos como Windelband, de quien recomendaba su historia de la filosofía, y Hermann Cohen […]. (Bermúdez, 2009, p. 66)Bermúdez sostiene que la influencia de Kant sobre Blanco debe entenderse como un pluscuankantismo, refiriéndose al tiempo en pasado plus-que parfait, que supone una acción o suceso pasado en la descripción de un hecho ocurrido. Esta influencia, para el autor, la podemos situar específicamente en el campo del estudio de la matemática y de la metafísica. Kant había definido a un maestro como aquel que, uniendo diversos tipos de conocimientos, los utilizaba para fortalecer la razón humana y los aplicaba para plantear mejores condiciones de vida de la humanidad. En ese sentido, no podemos negar que Julio Enrique Blanco fue un verdadero maestro.
Referencias
Bermúdez, E. (2009). Julio Enrique Blanco: lector de Kant. Revista Amauta, 13.
Editorial. (1917). Nota preliminar. Revista Voces, 1 (7). pp. 174-175.
Isaza, J. y Duque, N. (Comp.). (2014). Obra en Blanco. Notas sobre la filosofía de Julio Enrique Blanco. Ed. Universidad de Caldas.
Kant, I. (2015). Crítica de la razón pura. Ed. Taurus.
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