lunes, 20 de julio de 2020

Immanuel Kant: prólogo a su pensamiento filosófico


El presente, como problema filosófico, está ligado a las condiciones existenciales e históricas del ser humano. Con Immanuel Kant inicia un camino sobre cómo entender al hombre en medio de su presente, enfrentado a preguntas que cuestionan su libertad, su saber, su derecho y su compromiso con la vida. Estos conceptos son claves para entender el proyecto ilustrador de Kant, además de todo lo que conlleva la emancipación y la libertad del ser humano. Véase nuestra entrada sobre la idea del filósofo en Kant.

Immanuel Kant nace el 22 de abril de 1724 en Königsberg, antigua capital de Prusia Oriental. Influenciado por Leibniz, Hume, Newton y Rousseau, se le considera el último filósofo moderno, pues toma los problemas que se discuten en los siglos XVII y XVIII y realiza una síntesis analítica que buscó responder a sus principales cuestionamientos. Su madre era pietista y desconfiaba de los teólogos luteranos; su padre era guarnicero (cortador de cuero). Una de sus hermanas era también pietista, por lo que, en su hogar, y durante toda su vida, Kant vivió una vida de represión sexual, lo que pronto se convirtió en una aversión a la religión formal. Desde los ocho hasta los dieciséis años estudió en una escuela pietista, en una época donde dogmatismo de Wolff y Leibniz dominaba el plano intelectual. A los 31 años se graduó de la escuela de teología y, a lo largo de su vida, fue profesor de matemática, de ciencias naturales, de lógica, de física, de teología, de fortificación, de pirotecnia y cocina, entre otras áreas. Se precisa que, a los 53 años, como tal, comenzó a escribir su filosofía. Paradójicamente, Kant no conoció más que su ciudad natal, y son bien conocidos sus hábitos y sus ocasionales conversaciones con Lampe, su criado.

Kant, 1923, por Heinrich Wolff.

Según Kant, no podemos conocer las cosas en sí, sino más bien el fenómeno, es decir, el cómo se nos presentan a nuestra experiencia; aquello que capta el sujeto y de lo cual puede emitir un juicio. La realidad, por lo tanto, la construye el sujeto a partir de su experiencia sensible. La cosa en sí es incognoscible e incomprensible (el noúmeno), que puede ser pensado, pero no experimentado. De tal manera, la pregunta de Kant es ¿qué podemos esperar legítimamente de nuestra razón? Es clave la afirmación de Kant sobre que los conceptos sin intuiciones son vacíos, y las intuiciones sin conceptos son ciegos.

Una de las preguntas más importantes de la Crítica de la razón pura es: ¿qué es lo que debe conocer el hombre moderno? Su crítica es transcendental en cuanto va más allá de la experiencia, por lo que es preguntarse por la posibilidad de un conocimiento a priori. Como leemos en su Crítica, el espacio y el tiempo son intuiciones a priori, pues suponen bases del conocer: lo propio del espacio es la extensión, mientras que lo propio del tiempo es la perduración. Los fenómenos de la experiencia se enmarcan en un cruce de estas intuiciones. Kant establecerá así una tipología de conocimientos:

1. Puro (independiente de la experiencia. A priori)

2. Empírico (dependiente de la experiencia. A posteriori)

La siguiente pregunta es: ¿Cómo distinguir un conocimiento puro de uno empírico? El conocimiento puro tiende a la universalidad estricta y verdadera. El empírico es una proposición pensada por su contingencia, pero, en algunos casos, con universalidad admitida. A estas formas de conocimiento responden una tipología de juicios:

1. Analíticos: donde el predicado B pertenece al sujeto A como algo contenido en el concepto A. El enlace del predicado con el sujeto es pensado mediante un vínculo de identidad. Es un juicio de explicación porque el predicado no añade nada al sujeto, sino que lo divide en concepto-partes. Por ejemplo: todos los cuerpos son extensos (aquí la extensión está pensada, por necesidad, en el sujeto) o el triángulo tiene tres lados.

2. Sintéticos: B está enteramente fuera del concepto A, si bien comparten un enlace. Aquí no hay vínculo de identidad, es decir, podría afirmarse el sujeto y negarse el predicado. Es un juicio de ampliación de nuestro conocimiento porque añade un predicado que no estaba pensado en el sujeto y no hubiese podido extraerse del mismo. Todos los juicios de la experiencia son sintéticos. Por ejemplo: todos los cuerpos son pesados.

3. Sintéticos a priori: son los que amplían nuestro conocimiento (sintético) pero lo hacen a priori. Son universales y necesarios. Corresponden a juicios que pertenecen a los campos de la matemática, la física y la metafísica. Por ejemplo: todo lo que sucede posee una causa, o 7+5=12. El 12 no es pensado en el concepto de suma 7+5, sino que es intuido.

El cuestionamiento de Kant tiene que ver con la idea de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori, además de las razones de que la metafísica, frente a la matemática o la lógica, no haya alcanzado el estatus de una ciencia, y la respuesta la encuentra en la carencia de un método adecuado. La metafísica da relevancia a los juicios a priori, y es crucial por que el conocimiento suprasensible al que aspira es la libertad, la inmortalidad del alma y Dios.

Apuntes sobre la crítica del gusto

Lo primero que debe plantearse es que Kant rechaza al empirismo en cuanto el juicio del gusto no es explicable por argumentos sensualistas, pero tampoco es un juego de elementos cognoscitivos o conceptuales como consideran los racionalistas. Así, el juicio estético no es un juicio empírico, pero tampoco se puede reducir a la geometría, la aritmética o a una verdad demostrable por conceptos. Los juicios de gusto son autónomos, distintos a los juicios del conocimiento o morales. Es un placer que resulta de la correspondencia que existe en la configuración del objeto y la mente humana, por lo que no existe una regla universal que determine qué objeto nos gusta.

El objeto estético, cualquiera que sea, provoca el libre juego de nuestras facultades (entendimiento, razón e imaginación). Cabe decir que la estética, como campo, no se reduce solamente a lo bello. El juicio estético es el juicio del gusto, es facultad de discernimiento. La belleza no está en los objetos, sino que es el sujeto quien agrega juicios al objeto. Kant define lo bello como una finalidad sin fin; es decir, esta experiencia estética es desinteresada, ocurre independientemente de la existencia real de su objeto. Ahora bien, el arte es uno de los objetos de la experiencia estética, y está separado de la utilidad práctica, de la forma teórica, del saber y del agrado; puede combinarse con estos elementos, pero no resulta de ellos en esencia. El arte tampoco remite al concepto de lo bello o al de la perfección, por lo que tiene un efecto liberador. Para ampliar sobre este punto, véase nuestra entrada sobre la experiencia estética.

Referencias

Hanza, K. (2008). La estética de Kant: El arte en el ámbito de lo público. Revista de filosofía, (64), pp. 49-64.
Kant, I. (2015). Crítica de la razón pura. Ed. Taurus.

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