viernes, 31 de julio de 2020

Aproximaciones a los objetivos de la Crítica de la razón pura


La Crítica de la razón pura, publicada por primera vez en 1781, es una investigación que puntualiza en la amplitud del conocimiento humano respecto a la finitud e insignificancia de su cuerpo. En su primer prólogo, Kant se centra en los límites de la razón humana, sosteniendo que la metafísica (en torno a la cual giran sus reflexiones) fue, alguna vez, la madre de todos los conocimientos; pero ahora permanece olvidada en un sucio rincón de la mente. Su grandeza ha sido ocultada por la separación de la ciencia con sus objetivos, por lo que es necesario, escribe el autor, entender los motivos que hacen que la metafísica haya estado relegada en su función explicativa y abarcadora del mundo. Necesita, entonces, de una fundamentación sólida para llegar a ser respetada de nuevo: precisa convertirse en una ciencia.

En el segundo prólogo de la obra, escrito en 1787, Kant vuelve sobre el tema, planteando que la razón humana no sigue, la mayoría de las veces, un camino lineal hasta el campo del conocimiento científico. No obstante, y para explicar una excepción a este postulado, recurre a la lógica. Este ámbito ha tomado el camino seguro de la ciencia desde sus inicios con Aristóteles, y se debe a que se constituyó como pura abstracción (al igual que la matemática con Tales), tratando siempre de sí misma y no como las ciencias que, a la vez que tratan de ellas mismas, poseen sus objetos de estudio. Así pues, Kant sostiene: “Permitir que las ciencias se invadan mutuamente no significa ampliarlas, sino desfigurarlas” (2004, p. 16). 

Portada de la obra de la editorial Taurus

Kant escribe que debe existir algo a priori en las ciencias para que la razón pueda existir, y que ese algo se manifiesta en dos relaciones en torno a la ciencia con sus objetos: primero para determinarlo, consistiendo en el conocimiento teórico de la razón; y segundo, para volver el objeto realidad, lo que tiene que ver con el conocimiento estrictamente práctico. Kant escribe que la razón humana concibe la naturaleza (entendida como un compendio de objetos de la experiencia) bajo ciertos principios, los cuales son verificados en la práctica. Esta naturaleza se relaciona con la idea que Bacon tenía de la misma: puesta al servicio del hombre para obtener conocimientos del mundo. Kant escribe que en esto la metafísica ha fallado, pues, como sierva de sí misma, se ha perdido en el camino, andando a tientas con los conceptos. Kant se pregunta: ¿Debemos confiar en la razón aun cuando ha fallado en la fundamentación de la metafísica? Su respuesta define el punto clave: “Quizá simplemente hemos errado dicho camino hasta hoy.” (Kant, 2004, p. 19), de tal forma que el éxito de la Crítica depende de fundamentar ese camino de forma correcta.

La experiencia humana, como conocimiento, requiere de un entendimiento que posea reglas anteriores al encuentro con el objeto (de la intuición empírica, referida al fenómeno), esto es, un carácter a priori. Este entendimiento es “un no sé qué que está en uno mismo”, como menciona Lampe, el criado de Kant, en la obra Una historia de la filosofía para la vida cotidiana. Pero, dejando de lado esta animosa ambigüedad, a lo que se está refiriendo Kant es a los conceptos a priori, los cuales son necesarios para darle marcha segura a la metafísica en su camino a ser una ciencia. En este sentido la Crítica de la razón pura es, concluye Kant, un tratado sobre el método.

La intuición empírica hace parte del temario de la estética trascendental, donde se aborda la cuestión del tiempo y el espacio (véase nuestro prólogo al pensamiento filosófico de Kant). En la aplicabilidad de sus reflexiones, Kant anota que la metafísica ingresa, en definitiva, al campo de la moral, pues su finalidad está, entre otras cosas, en pensar la libertad del ser humano. La conclusión, por ende, es la formación de una filosofía que permita la comprensión de las coyunturas del pensamiento contemporáneo, además de su conveniencia para guiar las exigencias del presente.

Referencias

Kant, I. (2015). Crítica de la razón pura. Ed. Taurus.
Redondo, P. y Salgado, S. (2013). Una historia de la filosofía para la vida cotidiana. Maia Editores.

lunes, 20 de julio de 2020

Immanuel Kant: prólogo a su pensamiento filosófico


El presente, como problema filosófico, está ligado a las condiciones existenciales e históricas del ser humano. Con Immanuel Kant inicia un camino sobre cómo entender al hombre en medio de su presente, enfrentado a preguntas que cuestionan su libertad, su saber, su derecho y su compromiso con la vida. Estos conceptos son claves para entender el proyecto ilustrador de Kant, además de todo lo que conlleva la emancipación y la libertad del ser humano. Véase nuestra entrada sobre la idea del filósofo en Kant.

Immanuel Kant nace el 22 de abril de 1724 en Königsberg, antigua capital de Prusia Oriental. Influenciado por Leibniz, Hume, Newton y Rousseau, se le considera el último filósofo moderno, pues toma los problemas que se discuten en los siglos XVII y XVIII y realiza una síntesis analítica que buscó responder a sus principales cuestionamientos. Su madre era pietista y desconfiaba de los teólogos luteranos; su padre era guarnicero (cortador de cuero). Una de sus hermanas era también pietista, por lo que, en su hogar, y durante toda su vida, Kant vivió una vida de represión sexual, lo que pronto se convirtió en una aversión a la religión formal. Desde los ocho hasta los dieciséis años estudió en una escuela pietista, en una época donde dogmatismo de Wolff y Leibniz dominaba el plano intelectual. A los 31 años se graduó de la escuela de teología y, a lo largo de su vida, fue profesor de matemática, de ciencias naturales, de lógica, de física, de teología, de fortificación, de pirotecnia y cocina, entre otras áreas. Se precisa que, a los 53 años, como tal, comenzó a escribir su filosofía. Paradójicamente, Kant no conoció más que su ciudad natal, y son bien conocidos sus hábitos y sus ocasionales conversaciones con Lampe, su criado.

Kant, 1923, por Heinrich Wolff.

Según Kant, no podemos conocer las cosas en sí, sino más bien el fenómeno, es decir, el cómo se nos presentan a nuestra experiencia; aquello que capta el sujeto y de lo cual puede emitir un juicio. La realidad, por lo tanto, la construye el sujeto a partir de su experiencia sensible. La cosa en sí es incognoscible e incomprensible (el noúmeno), que puede ser pensado, pero no experimentado. De tal manera, la pregunta de Kant es ¿qué podemos esperar legítimamente de nuestra razón? Es clave la afirmación de Kant sobre que los conceptos sin intuiciones son vacíos, y las intuiciones sin conceptos son ciegos.

Una de las preguntas más importantes de la Crítica de la razón pura es: ¿qué es lo que debe conocer el hombre moderno? Su crítica es transcendental en cuanto va más allá de la experiencia, por lo que es preguntarse por la posibilidad de un conocimiento a priori. Como leemos en su Crítica, el espacio y el tiempo son intuiciones a priori, pues suponen bases del conocer: lo propio del espacio es la extensión, mientras que lo propio del tiempo es la perduración. Los fenómenos de la experiencia se enmarcan en un cruce de estas intuiciones. Kant establecerá así una tipología de conocimientos:

1. Puro (independiente de la experiencia. A priori)

2. Empírico (dependiente de la experiencia. A posteriori)

La siguiente pregunta es: ¿Cómo distinguir un conocimiento puro de uno empírico? El conocimiento puro tiende a la universalidad estricta y verdadera. El empírico es una proposición pensada por su contingencia, pero, en algunos casos, con universalidad admitida. A estas formas de conocimiento responden una tipología de juicios:

1. Analíticos: donde el predicado B pertenece al sujeto A como algo contenido en el concepto A. El enlace del predicado con el sujeto es pensado mediante un vínculo de identidad. Es un juicio de explicación porque el predicado no añade nada al sujeto, sino que lo divide en concepto-partes. Por ejemplo: todos los cuerpos son extensos (aquí la extensión está pensada, por necesidad, en el sujeto) o el triángulo tiene tres lados.

2. Sintéticos: B está enteramente fuera del concepto A, si bien comparten un enlace. Aquí no hay vínculo de identidad, es decir, podría afirmarse el sujeto y negarse el predicado. Es un juicio de ampliación de nuestro conocimiento porque añade un predicado que no estaba pensado en el sujeto y no hubiese podido extraerse del mismo. Todos los juicios de la experiencia son sintéticos. Por ejemplo: todos los cuerpos son pesados.

3. Sintéticos a priori: son los que amplían nuestro conocimiento (sintético) pero lo hacen a priori. Son universales y necesarios. Corresponden a juicios que pertenecen a los campos de la matemática, la física y la metafísica. Por ejemplo: todo lo que sucede posee una causa, o 7+5=12. El 12 no es pensado en el concepto de suma 7+5, sino que es intuido.

El cuestionamiento de Kant tiene que ver con la idea de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori, además de las razones de que la metafísica, frente a la matemática o la lógica, no haya alcanzado el estatus de una ciencia, y la respuesta la encuentra en la carencia de un método adecuado. La metafísica da relevancia a los juicios a priori, y es crucial por que el conocimiento suprasensible al que aspira es la libertad, la inmortalidad del alma y Dios.

Apuntes sobre la crítica del gusto

Lo primero que debe plantearse es que Kant rechaza al empirismo en cuanto el juicio del gusto no es explicable por argumentos sensualistas, pero tampoco es un juego de elementos cognoscitivos o conceptuales como consideran los racionalistas. Así, el juicio estético no es un juicio empírico, pero tampoco se puede reducir a la geometría, la aritmética o a una verdad demostrable por conceptos. Los juicios de gusto son autónomos, distintos a los juicios del conocimiento o morales. Es un placer que resulta de la correspondencia que existe en la configuración del objeto y la mente humana, por lo que no existe una regla universal que determine qué objeto nos gusta.

El objeto estético, cualquiera que sea, provoca el libre juego de nuestras facultades (entendimiento, razón e imaginación). Cabe decir que la estética, como campo, no se reduce solamente a lo bello. El juicio estético es el juicio del gusto, es facultad de discernimiento. La belleza no está en los objetos, sino que es el sujeto quien agrega juicios al objeto. Kant define lo bello como una finalidad sin fin; es decir, esta experiencia estética es desinteresada, ocurre independientemente de la existencia real de su objeto. Ahora bien, el arte es uno de los objetos de la experiencia estética, y está separado de la utilidad práctica, de la forma teórica, del saber y del agrado; puede combinarse con estos elementos, pero no resulta de ellos en esencia. El arte tampoco remite al concepto de lo bello o al de la perfección, por lo que tiene un efecto liberador. Para ampliar sobre este punto, véase nuestra entrada sobre la experiencia estética.

Referencias

Hanza, K. (2008). La estética de Kant: El arte en el ámbito de lo público. Revista de filosofía, (64), pp. 49-64.
Kant, I. (2015). Crítica de la razón pura. Ed. Taurus.

lunes, 6 de julio de 2020

Reseña del artículo La filosofía biopsicologista de David Hume, escrito por Jorge Senior Martínez


El artículo del profesor Jorge Enrique Senior es un aporte enmarcado en el homenaje realizado a David Hume en los 300 años de su natalicio. Publicado en 2010, (número 15 de la revista Amauta de la Universidad del Atlántico, pp. 8-20), el texto expone un análisis de la base del pensamiento filosófico de Hume, para luego resaltar su impacto en la filosofía de Immanuel Kant mediante una sistemática comparación. Con estos objetivos, Senior divide su escrito en dos partes. La primera parte del artículo explica aspectos fundamentales de la obra de David Hume, basándose para ello, en gran parte, en su obra Investigación sobre el entendimiento humano, utilizando la edición en español de 1994 de la editorial Altaya. La segunda parte del artículo expone el impacto que tuvo Hume en la filosofía Kant y, desde una perspectiva actual, la idea de una respuesta biopsicologista que el primero utilizó como salida a sus interrogantes.

Portada del Tratado sobre la naturaleza humana de David Hume

El primer punto abordado por Senior es una síntesis en donde muestra cómo son posibles las ideas, los límites y los objetivos del conocimiento humano, así como también la crítica del principio de causalidad e inducción propuesta por Hume. Labor nada sencilla, pero que el profesor logra plantear en términos claros incluso para aquél que poco ha leído la obra de Hume. Según el filósofo, existen dos tipos de ideas: unas simples y otras compuestas; las primeras son copias de las impresiones que tenemos de los objetos del mundo mediante los sentidos y la experiencia, las segundas son sumas o asociaciones de aquellas ideas simples en la mente del observador. Este planteamiento da pie para que Senior concluya que para Hume la mente no alcanza a crear nada, pues su capacidad consiste solamente en procesar lo que captan los sentidos. Ahora bien, la constitución de las ideas complejas surge como resultado de tres principios: 1. por semejanza o parecido, 2. por contigüidad o cercanía en el espacio y el tiempo y 3. por causalidad. De esto se desprende que la investigación de conceptos abstractos implica hallar una secuencia cuya búsqueda lleve siempre a su referente empírico.

En Hume, y esto lo hace notar el profesor Senior, las relaciones de causa y efecto no se encuentran en los objetos exteriores sino en el sujeto mismo que observa, lo que supone que el principio de la inducción, basado en una lógica secuencial, es desechado, puesto que el hábito o la costumbre dictan que una cosa antecede a otra porque ya hemos visto que sucede de tal forma. Esto querría decir que, según Hume, el conocimiento humano carece de fundamentos racionales, ya que se basaría en el instinto y en un factor biopsicológico. Estos planteamientos son expuestos por Senior mediante los siguientes puntos: 1. impresiones de eventos u objetos, es decir, el cómo conocemos mediante los sentidos y construimos 2. las asociaciones de ideas, expresadas aquí principalmente 3. por contigüidad, construidas con base en 4. la costumbre o el hábito que se sustenta en 5. la idea de conexión necesaria, referida a la creencia que se explica con el punto anterior y con 6. el razonamiento sobre cuestiones de hecho, es decir, de lo que se nos presenta a los sentidos.

Así, el autor del artículo se pregunta: ¿cómo puede ser útil algo que es una construcción subjetiva y no racional? Según Senior, Hume responderá con una idea naturalista, biopsicológica o sentimental, con la que encuentra salida al problema de la inducción. Así, Senior plantea que la necesidad de la causalidad no es lógica sino psicológica, que no es objetiva, sino que nace de la subjetividad, resaltando el problema del principio de petición en cuanto sus planteamientos dan por sentado el futuro fundamentándose en nuestras vivencias del pasado. Es decir, el argumento terminaría siendo una falacia puesto que se da como respuesta aquello que precisamente se está preguntando.

La segunda parte del artículo muestra el impacto de la filosofía de Hume en Kant y una relación entre aspectos claves de sus filosofías. Senior expone esto de manera sintética y ofrece dos cuadros comparativos. Respecto a las diferencias epistemológicas lo principal es que, para Hume, el conocimiento tiene por base los sentimientos, la intuición y las vivencias, mientras que para Kant es la razón, contraparte a todo aquello que llega por intuición y los sentidos. Por otro lado, para Hume el ser humano tiene estas intuiciones porque hace parte de la naturaleza que lo ha dotado; mientras que Kant sostiene que la razón hace parte de aquello que trasciende la misma naturaleza. Para concluir, debemos resaltar que lo que busca el profesor Senior es la solución que brindan ambos filósofos a estos problemas acuciantes del conocimiento: por un lado, Hume brinda una salida biopsicológica y, por el otro, Kant ofrece una salida necesariamente lógica.

Referencias

Senior, J. (2010). La filosofía biopsicologista de David Hume. Revista Amauta, (15), pp. 8-20.