Escritas originalmente en latín y publicadas en el año de 1641, las Meditaciones metafísicas para demostrar la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, es una obra filosófica compuesta por seis capítulos, cada uno de ellos equivalente a una meditación. La primera de ellas se titula Acerca de las cosas que se pueden poner en duda. Descartes inicia esta meditación planteando, casi a modo de necesidad, el hecho de desligarse voluntariamente de todos sus antiguos juicios sobre las cosas a las cuales creía ciertos e indudables, a raíz de descubrir que existe, por medio de sus sentidos, la posibilidad de estar errando en sus percepciones, indagando así un nuevo modo de relacionarse con éstas. Hasta ese día Descartes había dado por cierto algunas cosas que se fundan en opiniones y vacuos principios. La utilidad de esta duda ayudará a eliminar los prejuicios, guiándonos por un camino que se desligue de los sentidos hasta llevarnos a saber qué es realmente lo verdadero. Partiendo de allí, Descartes examinará los principios que cimientan todas sus opiniones sobre el mundo.
Descartes retoma la idea de que el conocimiento adquirido por los sentidos es engañoso. Sin embargo, no podía dudar de que era alguien que poseía un cuerpo, pues dudar de ello sería una locura, por lo que tampoco era sensato dudar de que dormía, comía, etc. En este apartado Descartes escribe sobre la vigilia y el sueño, y señala cómo muchas veces damos por real lo que soñamos. Esto da a entender que hay algo en los sueños que proviene de la realidad, así como una pintura de alguna cosa que nunca hemos visto está compuesta de colores que son verdaderos y de los que no podemos dudar.
Descartes supondrá que está siendo engañado, que no hay un Dios supremo que todo lo guía, sino un genio maligno que se ha dedicado a la burla. Se cuidará entonces de no darle crédito a ninguna falsedad, pero esta es una ardua labor que al final lo llevaría a caer en sus anteriores opiniones. Esta primera meditación termina con Descartes temiendo no poder aclarar las dificultades que él mismo acababa de formular.
La segunda meditación se titula Acerca de la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil de conocer que el cuerpo. Aquí Descartes buscará resolver todas las cuestiones planteadas el día anterior, esto es, en la primera meditación. Mediante la guía de la duda asume que su cuerpo, su extensión en el espacio y su movimiento no son más que engaños del espíritu, concluyendo que, tal vez lo único verdadero en el mundo, es que no hay nada cierto. Descartes ha dudado de que el cielo sea verdadero, pero no duda de que piensa, de que es alguien pensante, así fuese que estuviera bajo algún tipo de engaño. Descartes concluye que él es, aunque no sepa muy bien qué cosa. Para no confundirse respecto de lo que es ahora, pensará acerca de lo que era anteriormente. Con esto, llega a la respuesta de que él pensaba que era un hombre, pero que definir al hombre como un animal racional sería un despropósito, pues tendría no solo que decir qué animal sino también explicar el por qué es racional. La conclusión aquí es que las cosas que son manifestadas no se conocen por los sentidos y tampoco por la facultad de imaginar, que se plantea para explicar la realidad de los sueños.
Con todo, responde que él es por el tiempo que piense, siendo el pensamiento un atributo del alma. Es una cosa que piensa. Pero ¿Qué es esa cosa que piensa? es una cosa que duda, que afirma, que niega, que quiere, que imagina, etc. Pues, aunque lo que imagine puede que no sea verdadero, no puedo dudar que el poder de imaginar está en mí.
A continuación, Descartes expone el ejemplo de un pedazo de cera que sacó de una colmena, en ella hay una forma, un color, un olor y un sabor. Cuando es acercada al fuego todos estos atributos se pierden. Después de este cambio, sigue siendo la misma cera. Descartes piensa que tal vez la cera era un cuerpo que antes se presentaba de una forma y ahora de otra. Queda pues, de esa transformación, algo extenso y mudable. Sabemos que es la misma cera, pero no por nuestros sentidos, sino por una inspección del espíritu de manera clara y distinta. Lo que Descartes dice sobre la cera puede ser aplicado a cualquier otra cosa externa. Concluimos entonces que conocemos las cosas por la facultad que tenemos de comprender con el pensamiento, es decir, del entendimiento, y no por lo sentidos o la imaginación.
La tercera meditación se titula Acerca de Dios; que existe. Descartes inicia esta meditación apartándose de todo lo que le rodeaba: cierra los ojos, tapa sus oídos y considera como falsas las imágenes de las cosas corporales y opiniones antiguas que consideraba como ciertas. Se pregunta si hay algún otro tipo de conocimientos en él que aún no haya notado. Se propone examinar si existe un Dios, escapando de explicaciones metafísicas y guiado absolutamente por el camino de la duda. Parte de los propios pensamientos dividiéndolos en géneros: unos son imágenes de las cosas y llevan por nombre ideas, como la idea de un hombre, de un ángel, etc. Otros son pensamientos llamados voluntades y otros juicios. Si hablamos de las ideas sin referirlas a ninguna otra cosa, tenemos que éstas son siempre verdaderas, pues no es menos verdadero que imagine una cabra o una quimera.
De las afecciones o voluntades no podemos decir que sean falsas, pues se puede desear cosas buenas o malas y no es menos verdadero que así las desee. Descartes divide las ideas en aquellas que vienen con nosotros, las que vienen del exterior y las que nos inventamos. Existe, pues, la realidad objetiva de las ideas como la idea de libro y además el libro como realidad eminente. Si las realidades objetivas de ciertas ideas son tal, yo mismo no puedo ser su causa. De allí que no somos los únicos capaces de crear algo. Hay algo superior, una idea que representa a Dios. Para Descartes toda idea es un ente, y todos los entes tienen una causa, pero Dios es un ente que tiene por la causa a sí mismo, es decir, carece de causa; es una sustancia infinita en cuanto nosotros somos sustancia finita. La existencia de Dios en Descartes no tiene que ver con el hecho de una preocupación religiosa sino con una prueba para demostrar que nuestra razón no está constitutivamente mal hecha.
Descartes retoma la idea de que el conocimiento adquirido por los sentidos es engañoso. Sin embargo, no podía dudar de que era alguien que poseía un cuerpo, pues dudar de ello sería una locura, por lo que tampoco era sensato dudar de que dormía, comía, etc. En este apartado Descartes escribe sobre la vigilia y el sueño, y señala cómo muchas veces damos por real lo que soñamos. Esto da a entender que hay algo en los sueños que proviene de la realidad, así como una pintura de alguna cosa que nunca hemos visto está compuesta de colores que son verdaderos y de los que no podemos dudar.
Busto de Descartes en el Palacio de Versalles
Descartes supondrá que está siendo engañado, que no hay un Dios supremo que todo lo guía, sino un genio maligno que se ha dedicado a la burla. Se cuidará entonces de no darle crédito a ninguna falsedad, pero esta es una ardua labor que al final lo llevaría a caer en sus anteriores opiniones. Esta primera meditación termina con Descartes temiendo no poder aclarar las dificultades que él mismo acababa de formular.
La segunda meditación se titula Acerca de la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil de conocer que el cuerpo. Aquí Descartes buscará resolver todas las cuestiones planteadas el día anterior, esto es, en la primera meditación. Mediante la guía de la duda asume que su cuerpo, su extensión en el espacio y su movimiento no son más que engaños del espíritu, concluyendo que, tal vez lo único verdadero en el mundo, es que no hay nada cierto. Descartes ha dudado de que el cielo sea verdadero, pero no duda de que piensa, de que es alguien pensante, así fuese que estuviera bajo algún tipo de engaño. Descartes concluye que él es, aunque no sepa muy bien qué cosa. Para no confundirse respecto de lo que es ahora, pensará acerca de lo que era anteriormente. Con esto, llega a la respuesta de que él pensaba que era un hombre, pero que definir al hombre como un animal racional sería un despropósito, pues tendría no solo que decir qué animal sino también explicar el por qué es racional. La conclusión aquí es que las cosas que son manifestadas no se conocen por los sentidos y tampoco por la facultad de imaginar, que se plantea para explicar la realidad de los sueños.
Con todo, responde que él es por el tiempo que piense, siendo el pensamiento un atributo del alma. Es una cosa que piensa. Pero ¿Qué es esa cosa que piensa? es una cosa que duda, que afirma, que niega, que quiere, que imagina, etc. Pues, aunque lo que imagine puede que no sea verdadero, no puedo dudar que el poder de imaginar está en mí.
Estatua de Descartes en La Haye, Jean Charles Guillo
A continuación, Descartes expone el ejemplo de un pedazo de cera que sacó de una colmena, en ella hay una forma, un color, un olor y un sabor. Cuando es acercada al fuego todos estos atributos se pierden. Después de este cambio, sigue siendo la misma cera. Descartes piensa que tal vez la cera era un cuerpo que antes se presentaba de una forma y ahora de otra. Queda pues, de esa transformación, algo extenso y mudable. Sabemos que es la misma cera, pero no por nuestros sentidos, sino por una inspección del espíritu de manera clara y distinta. Lo que Descartes dice sobre la cera puede ser aplicado a cualquier otra cosa externa. Concluimos entonces que conocemos las cosas por la facultad que tenemos de comprender con el pensamiento, es decir, del entendimiento, y no por lo sentidos o la imaginación.
La tercera meditación se titula Acerca de Dios; que existe. Descartes inicia esta meditación apartándose de todo lo que le rodeaba: cierra los ojos, tapa sus oídos y considera como falsas las imágenes de las cosas corporales y opiniones antiguas que consideraba como ciertas. Se pregunta si hay algún otro tipo de conocimientos en él que aún no haya notado. Se propone examinar si existe un Dios, escapando de explicaciones metafísicas y guiado absolutamente por el camino de la duda. Parte de los propios pensamientos dividiéndolos en géneros: unos son imágenes de las cosas y llevan por nombre ideas, como la idea de un hombre, de un ángel, etc. Otros son pensamientos llamados voluntades y otros juicios. Si hablamos de las ideas sin referirlas a ninguna otra cosa, tenemos que éstas son siempre verdaderas, pues no es menos verdadero que imagine una cabra o una quimera.
De las afecciones o voluntades no podemos decir que sean falsas, pues se puede desear cosas buenas o malas y no es menos verdadero que así las desee. Descartes divide las ideas en aquellas que vienen con nosotros, las que vienen del exterior y las que nos inventamos. Existe, pues, la realidad objetiva de las ideas como la idea de libro y además el libro como realidad eminente. Si las realidades objetivas de ciertas ideas son tal, yo mismo no puedo ser su causa. De allí que no somos los únicos capaces de crear algo. Hay algo superior, una idea que representa a Dios. Para Descartes toda idea es un ente, y todos los entes tienen una causa, pero Dios es un ente que tiene por la causa a sí mismo, es decir, carece de causa; es una sustancia infinita en cuanto nosotros somos sustancia finita. La existencia de Dios en Descartes no tiene que ver con el hecho de una preocupación religiosa sino con una prueba para demostrar que nuestra razón no está constitutivamente mal hecha.
Referencias bibliográficas
Descartes, R. (2009). Meditaciones acerca de la filosofía primera. Seguidas de las objeciones y respuestas. Colección general biblioteca abierta. Universidad Nacional de Colombia.
Buen artículo. No soy filósofo pero siempre me ha parecido un campo muy interesante.
ResponderBorrarGracias por comentar, lo importante de las lecturas es que permitan reflexionar mejor y con argumentos sobre todo aquello que nos inquieta.
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