La
felicidad se posiciona, desde el pensamiento de los antiguos, como un problema
de carácter central y cuya resolución parecía urgente. Sin duda, la
satisfacción estaba, a su vez, impregnada en la realización cada vez más
cercana de la tarea del saber qué es la felicidad, o al menos, cómo obtenerla.
Pero, el problema de la felicidad no surge por sí solo, su lugar de descanso y
turbulencias lo encuentra dentro de las reflexiones éticas. Y a su vez, la ética forma parte del saber reflexivo de
la filosofía (González, (s.f), p.36). Nada se puede asegurar al respecto, solo que la ética no se puede entender aislada, sino dentro de un
conjunto de relaciones y conexiones humanas.
Si
la ética determina o no en modo alguno las relaciones consigo misma y con el
mundo, ya sea mundo social o mundo natural, es una interrogante. En la
actualidad, entender al Yo a partir de las conexiones con el Otro, es un campo
más abierto, inclusive tomado por cuestión primera, tal como Lévinas propone
con sus planteamientos del Otro como Otro ético, y la ética como filosofía
primera. En este sentido, la relación Yo-Otro, se torna con vistas a la
reivindicación del ser humano, como eso propiamente dicho: humano. Pero, si ya
la pregunta por la felicidad es bastante amplia, mucho más lo será sobre el sentido
o razón de ser de las constituciones del “Ser Humano”, o si se quiere pensar en
una sola pregunta, cabe formularla del siguiente modo, ¿qué es lo humano? O ¿Qué es
el ser humano? (González, (s.f), p.37)
La
cuestión ética se solidifica en razón de ser del sentimiento de solidaridad.
Nociones entendidas a partir del deseo de la realización del hombre, bien sea a
partir de la obtención de virtudes éticas que conlleven a la felicidad del
alma. Esta no es una novedad, pues se remite a pensadores como Aristóteles.
Para Lévinas, será necesario entender la solidaridad, tanto como la ética y la
justicia. Su denuncia contra Occidente recae en que estos creen tener la Verdad
Absoluta, y por su lado, Lévinas aspira a la Verdad Justa, y esta justa verdad
se encuentra descubierta sin intermediarios ni mucho menos sin las
generalizaciones de Occidente, a las que denuncia. Como se ha dicho, la
propuesta es sacar al Otro de esa reducción de la Mismidad.
En
un primer momento, a la ética le queda el deber de otorgar espacios de diálogo
entre los hombres, a modos de entender los acuerdos que regulan o lo acercan a
su “ser feliz” acorde a los prerrequisitos éticos; se quiere que la ética dé
cuenta de aspectos prácticos de la vida del hombre, en ese sentido, al individuo le toca resolver 'a su
entender’ aquellas cuestiones práctico-morales que se le planteen y, entre
ellas, de modo determinante, la cuestión del «ser feliz» (González, (s.f),
p.39). Es decir, el consenso del
dialogo ético y moral se determina por la capacidad del hombre para evaluarse
dentro de estos parámetros por sí mismo.
Para concluir, en
la tarea práctica del propio hombre, le suma el tener que interpretar su vitalidad históricamente determinada (González,
(s.f), p.39), ya sea como ejercicio hermenéutico, intersubjetivo; cuestión que
resta validez a la universalización de los conceptos, pues se tiene en cuenta
la multiplicidad de interpretaciones y variadas formas de entender el hecho
moral, que se encuentran, en algún punto, relacionadas por un consenso que hace
mediable su poder para llevarse a cabo las unas a las otras. En Lévinas, la cuestión
ética, por sobre cualquier estructura lógica, debe abarcar en absoluto un
sentimiento de responsabilidad con el Otro.
Referencias
bibliográficas
González
R. Arnaíz, Graciano. (s.f). Emmanuel
Lévinas: humanismo y ética. Ediciones Pedagógicas: Universidad Complutense
de Madrid, Madrid.
Reyes,
Alfonso. (1961). La crítica en la edad
ateniense. La antigua retórica, Fondo de cultura económica, México.
Diez
Cuesta, Margarita. (1992). Introducción
al pensamiento de Emmanuel Lévinas. Madrid: Instituto Emmanuel Mounier. 1ª
edición: Mayo de 1992.
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