domingo, 22 de julio de 2018

Heráclito de Éfeso

Heráclito de Éfeso nace en el año 544 a.C y muere en el año 483 a.C. Para algunos historiadores de la filosofía, Heráclito es el punto de madurez de la filosofía presocrática, pues su pensamiento representa un salto del ser al no ser de las cosas, a la vez que su contrario, del no ser al ser de las cosas. El estudio del principio que da origen a las cosas se convierte en un indagar sobre el cambio de las mismas; así, la filosofía de Heráclito se entiende en términos de estudiar el movimiento y la transformación de las cosas, su evolución.


Para hacer posible el estudio o la formación del pensamiento en ciencia, los principios del cambio de Heráclito se hacen obstáculos, pues si nada permanece, es difícil hablar de algo con forma permanente, pero para este problema se habla del Logos.


Dentro de la diversidad y la esencia cambiante del mundo hay algo que siempre permanece idéntico, el cambio en sí mismo. En ese sentido, el logos representa una constancia en la lucha de contrarios, es unificador y proporcionado. De aquí se entiende que se soluciona el problema de la unidad del ser con la pluralidad de las cosas.

Dance, Lee Fiskness. Tomada de: http://www.leefiskness.com/dance/s37gbtt3kbo7b8t2108uqjpcz1ganz
 
Hablar del movimiento no es necesariamente hablar de un tema de índole abstracta, pues éste se hace evidente; todo está en constante cambio y transformación; así, para Heráclito, todo es devenir, un constante llegar a ser y llegar a no ser. Este devenir es el resultado de la lucha de contrarios. El nacimiento de todas las cosas tiene su punto de partida en la naturaleza, de la cual brota también el aire, el agua, la tierra, la vida y, con la muerte, las cosas vuelven a la naturaleza. La muerte es generadora de cosas nuevas, la guerra es una condición, un fuego incesante y constante entre los opuestos.


De acuerdo a lo anterior, para Heráclito, todas las cosas del mundo están siempre en un estado de evolución; contemplar un punto en específico significa en sí observar un punto por el cual ha pasado y ha de seguir pasando cambios, cada punto concreto representa un estado de la lucha de contrarios. Heráclito plantea que en las cosas se encuentra su afirmación y su negación, son en sí mismas y no son al mismo tiempo, su condición es que siempre al afirmar algo de un objeto, afirmamos su contrario, el logos es el intermedio de esta condición. Además, el logos es el reconocimiento de una armonía que consiste, precisamente, en la constancia y permanencia del cambio.  


Según Heráclito, el mundo está constituido por un fuego eterno que nunca cesa, esto es, el fuego del devenir, el principio distinto a la materia y la forma; su movimiento no está definido. El cosmos se encuentra siempre en nacimiento, muerte, evolución y nuevamente en un nacer y morir, por ello compara al mundo con un fuego eternamente vivo.


Heráclito concibe el fuego en aras de ser entendido como alma. El alma de las cosas del mundo es un alma en movimiento, y el fuego, que no quema, está eternamente vivo, sirviendo para representar como metáfora el alma del mundo.


El pensamiento filosófico de Heráclito puede reunirse en una de sus fragmentos más reconocidos: Nadie se baña dos veces en el mismo río; de donde podemos entender que los actos y la naturaleza están confabulados en una inmediatez presidida por ese fuego que es motor del devenir. Así mismo, el logos se configura en medio de esta dialéctica de contrarios como aquello que es testigo y testimonio de que algo permanece en últimas, a saber, el cambio.


Referencias bibliográficas 

 Orozco, Á. (1994). El saber filosófico. Barranquilla: Ed. Cultura Caribe.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario