lunes, 30 de julio de 2018

Los eleatas


La filosofía de la escuela de los eleatas nace a partir del proceso de revisión y crítica en torno a la filosofía naturalista de los jónicos. La visión que se tenía del movimiento y el devenir, aspecto importante de la filosofía anterior a ellos, se transforma, pues entra a ser concebida como apariencia; toma relevancia la idea de sustancia como ser abstracto, significando un paso a la metafísica y abandonando así el naturalismo.
[…] Para los eleatas, la misma realidad es aparente, la sustancia es el ser que es y debe ser: es el ser en su necesidad normativa, en su unidad e inmutabilidad [sic], que hace de él el único objeto del pensamiento (Orozco, 1994, p. 46).
Jenófanes de Colofón

Fuente: wikicommons

Se conoce a Jenófanes de Colofón como el padre de la teología debido a ser el primero que piensa e introduce a Dios en la filosofía como un asunto más a tratarse por medio del logos. Este planteamiento conlleva a que se le conozca como el pensador para el cual la idea de Dios que promulga la poesía es solo una adaptación antropomórfica de la divinidad, es decir, afirma que Dios realmente no está actuando como Dios, sino que está personificado con características de los mortales. Adjudica que este fenómeno se presenta a causa de que los hombres son los principales creadores de los dioses, y que contrario a lo que se ha dicho, han sido éstos quienes han creado a Dios a su imagen y semejanza.  
Los hombres creen que los dioses han tenido nacimiento y poseen voz y cuerpo semejante al nuestro. Por eso los etíopes hacen a sus dioses chatos y negros, los tracios dicen que tienen ojos azules y cabellos rojos; también los bueyes, caballos y leones, si pudieran, imaginarían a sus dioses a su semejanza (Fragmento citado en: Orozco, 1994, p.46).
De acuerdo a esto, Dios tiene una funcionalidad adjetiva; es decir, Dios es como cualquier atributo del mundo que, por tanto, carece de un carácter sustantivo, al cual atribuirá Jenófanes la calidad de divinidad. A partir de esta crítica que realiza al antropomorfismo de Dios, éste toma un sentido estrictamente sustantivo por medio del cual podrá Jenófanes desarrollar la idea de unidad. Hablar de Dios como unidad significa que deja de ser una cualidad más que habita en todas las demás cosas y, de plano, la existencia de otros dioses queda derrocada en tanto que este Dios Uno, al no representar cualidades de los mortales (adjetivos) es por excelencia en sí mismo uno, y todo en cuanto rodea a ese uno son cualidades y atributos de él.

Tanto la crítica al antropomorfismo como la introducción de la idea del Dios como Unidad conlleva a Jenófanes de Colofón a concluir que el hombre es un filtro de la idea de los dioses, pero explica que esta función de filtro surge de la necesidad que tiene el hombre de explicar el mundo y sus fenómenos, y que para llevar a cabo esto el hombre no cuenta con otra fuente de información más que él mismo y su naturaleza humana. Así, deja en crisis al fundamento de la objetividad, dado que, en el momento que el hombre pasa la realidad por su naturaleza humana, crea una idea filtrada del mundo, haciendo que se carezca de una estructura de éste desligada de la experiencia perceptiva del hombre. Lo anterior da lugar para decir que Jenófanes deja en tela de juicio la objetividad en el instante de percatarse de la brecha existente entre la experiencia humana y la realidad sustantiva de Dios.

Parménides de Elea 

Parménides en el cuadro de Rafael Sanzio, La escuela de Atenas. Fuente: Wikicommons
 
Nace en el año 540 a.C y muere en el año 450 a.C (otros concuerdan en que su nacimiento es en el año 516-11 a.C). Con la discusión que crea Parménides sobre el ser y no ser, sugiriendo elegir entre uno de ellos con base a la razón y no los sentidos, se socavan las teorías de Heráclito frente al ser. Parménides plantea con detenimiento la imposibilidad de que el no ser exista. Mediante esto describe las cosas que le son propias al ser, por lo cual no podría hablarse ni siquiera de no ser. El ser es, para Parménides, uno, único y compacto. De acuerdo a eso, los seres particulares son solo ilusiones de los sentidos. También afirma que el ser es eterno e inmóvil y continuo, homogéneo, finito y por tanto limitado. El ser es esférico e indivisible como la verdad misma, de lo demás no puede pensarse nada, puesto que no existe. Pensarlo e incluso mencionarlo, es dotarlo de existencia. 

Parménides no admite en sus planteamientos la constante transformación de una cosa, por ello, propone unas vías por medio de las cuales define de qué naturaleza es el completo cambio y de qué naturaleza es la permanencia de las cosas. Las vías a las que se refiere Parménides son: el camino de la opinión, en el cual se otorga una confianza de los sentidos y de las apariencias; el camino de la verdad, que se encuentra apoyado en la razón que motiva al conocimiento a descubrir el ser de todas las cosas, aquello que les ha dotado de consistencia y los hace cognoscibles. De esto concluye Parménides que el ser inmóvil es también la variable que permanece y por medio del cual es viable la ciencia. De la idea de identidad de algo surge la ciencia, por ello afirma que por medio de la razón la verdad es el ser: “El no ser no es, y no puede ser. El ser es, y es necesario que sea”

Para Parménides el ser y el pensar son la misma cosa. Entonces el no ser no se puede pensar y por lo tanto no existe. Pensar en nada es no pensar, de igual modo, el decir nada es no decir. De otra manera: no se puede pensar en lo que no es. El único objeto del pensamiento es el ser. También el ser y el conocer son lo mismo; no hay otro camino para el discurso que el del ser. Entonces, si no podemos pensar algo mucho menos podemos expresarlo. Tomaremos otro concepto para tratar de explicar el del ser de manera más clara: el movimiento según Parménides es apariencia. Desde el punto de vista del ser no hay movimiento: la semilla es, el árbol es. La forma de ser puede cambiar, el ser no. Los hombres que se guían por los sentidos confunden la forma del ser con el ser. Para Parménides el conocer la verdad conlleva necesariamente a abandonar los sentidos (que nos lleva solamente a formar opiniones del mundo) y guiarse exclusivamente por la razón.

Zenón de Elea 
Fuente: Wikicommons
 
Nace en el año 489 a.C y muere en el año 430 a.C. Zenón de Elea fue discípulo de Parménides y se encargó durante un tiempo en defender de todas las objeciones que se hicieron al pensamiento de su maestro. Es de aquí que se tome la tarea de argumentar su planteamiento mediante las paradojas que amplían la hipótesis de Parménides sobre la inexistencia del movimiento. Las paradojas se basan en cuatro tesis que se sustentan bajo un esquema matemático:

· El primer argumento contra el movimiento se basa en la infinita divisibilidad del espacio que impide que un cuerpo se desplace de un lugar a otro, porque el espacio que hay entre ellos es infinito.

· El segundo argumento plantea, basándose en la primera idea, que un cuerpo que se mueve en relación con otro que también está en movimiento, nunca podrá alcanzarlo debido a la distancia decreciente que siempre habrá entre ambos.

· El tercer aspecto de las paradojas dicta que todo objeto que se encuentra en el espacio se encuentra en reposo, de manera que el tiempo es una sucesión de estados en reposo de la materia.

· El cuarto y último aspecto dice que la mitad de un tiempo dado es igual al doble del mismo, y eso lo ejemplifica con tres filas: la primera en reposo y las otras dos moviéndose en direcciones opuestas.

Referencias bibliográficas 

Orozco, Á. (1994). El saber filosófico. Barranquilla: Ed. Cultura Caribe. 
Bernabé, A. (2008). Fragmentos presocráticos. De Tales a Demócrito. Madrid: Alianza Editorial.

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