lunes, 20 de enero de 2020

Wittgenstein y los textos transitorios


El tema de la parcelación de las reflexiones de un filósofo siempre es problemático, por lo cual estamos de acuerdo con Knabenschuh (2007) en su artículo ¿Cómo leer a Wittgenstein? El lugar de los "textos transitorios”, quien sostiene que existen ciertas conexiones entre los dos periodos o etapas en las que generalmente se divide el pensamiento de Wittgenstein. Esta transición se encuentra, pues, en lo que Alfred Ayer ha denominado los textos de transición de principios de la década de 1930. Esta precisión recuerda a la advertencia tácita de Mészáros: “Siempre es peligroso si no arbitrario, parcelar a los filósofos como <<el X joven>> y <<el X maduro>>, para oponer una parcela a la otra.” (1973). En este periodo es típico encontrar documentos clásicos como el Cuaderno Marrón y otros tres cuadernos que se refieren con el nombre, según Ayer, de Experiencia privada.

Es en estos textos donde encontramos los orígenes de las Investigaciones filosóficas, siendo, según el autor del artículo, una especie de resultado entre las conexiones posibles entre Wittgenstein y el Círculo de Viena. En esta obra, Wittgenstein dejará de lado la teoría lógica que había desarrollado en el Tractatus lógico-filosófico, lo que se ha denominado como una ruptura. Lo que nos permite señalar que estos textos sean transitorios es que, a la vez que permiten un desarrollo del autor hacia otros temas, ayudan a la formulación de cuestiones claves en su filosofía, como los conocidos juegos del lenguaje y las reflexiones sobre el significado de los significados de las palabras, tópico sobre el que es necesario adentrarse en la lingüística; además, desde luego, de sus constantes acercamientos al pragmatismo. 

Portada de Investigaciones filosóficas, editorial Trotta.

Para Alfred Ayer, quien también denomina esto como periodo de transición, es relevante la importancia de esta serie de textos en tanto son acercamientos a cuestiones que Wittgenstein había abordado solo en parte. Para Knabenschuh esto es lo fundamental, más cuando escribe que: “[…] el lugar temático en que esos textos se ubican dentro del marco de la obra de Wittgenstein en su totalidad vendrá siendo un lugar clave, o, dicho en otras palabras, la función que el pensamiento wittgensteineano de principios de los años 30 adquiere con respecto a las diferentes fases anteriores y posteriores, vendrá siendo una función clave dentro de la evolución de toda su filosofía." (Knabenschuh, 2007, p. 112).

Como se ha mencionado, en esta etapa de transición se encuentran el Cuaderno azul y el Cuaderno marrón. No es preciso, ni mucho menos nuestro objetivo, resumir los planteamientos que sostiene Wittgenstein en sus dos cuadernos (suma de anotaciones de largas conferencias). Queremos centrarnos en tres cuestiones que consideramos de importancia, enmarcado en este contexto, del segundo cuaderno. La primera, referida a la relevancia que tiene el Cuaderno Marrón como fundamento de lo que es la filosofía analítica. El segundo, relacionado con el planteamiento de Wittgenstein respecto a la superficialidad o ambigüedad de muchos de sus ejemplos, donde él mismo escribe que ése no es el punto central de su exposición, sino que tales ejemplificaciones han de ser necesariamente vagas y superficiales. El tercer punto es, para nosotros, el más importante, conectado con inquietudes respecto a las formas de adquisición del lenguaje, por un lado, y las nociones de pauta y de nombre, por el otro. Todo esto enmarcado en su análisis sobre lo que llama los juegos del lenguaje.

Portada de Los cuadernos azul y marrón. Fuente: ebookelo

En tal orden de ideas, es necesario considerar el lugar y el año en que estos cuadernos fueron escritos. Su origen está en sus clases impartidas entre 1933 y 1935, lo cual nos brinda un espectro que refiere a acontecimientos de la época, como el ambiente de posguerra europeo. La multiplicidad de movimientos artísticos y filosóficos es, en esta etapa, prolífica; la formación de círculos de estudios en la filosofía alemana, francesa e inglesa son cruciales en la consolidación de la investigación en las universidades, aunque estos círculos de estudio no se desenvuelvan precisamente en ellas. Allí encontramos a Bertrand Russell, del que podemos encontrar una nota al inicio de los cuadernos. Tal vez la aparente simplicidad de la exposición de Wittgenstein puede fungir como un claro ejemplo de cómo proceder en un análisis que pueda ser considerado analítico.

La construcción conceptual mediante ejemplificaciones, que parten de la situación de un jefe de obra y el obrero, es una analogía en tanto construcción de planteamientos e ideas centrales para una exposición. Cuando se termina de leer la obra, el lector se encuentra con todo un edificio de palabras sostenido por una concepción filosófica que nace del lenguaje mismo. El ejemplo que se extiende a lo largo del trabajo puede crear dudas, suponer que existen puntos ciegos desde los cuales se puede derrumbar su esfuerzo intelectual, pero sucede que cada uno de estos vacíos es llenado con bloques que refuerzan su idea principal conforme avanza la exposición.

Por todo ello, Wittgenstein escribe que ese trabajo no se propone iniciar bajo presupuestos claros, sino que busca proponer soluciones, encontrar la forma de establecer un lenguaje que supere la problemática a la que se ha sometido desde la filosofía. Por todo ello, los ejemplos han de ser claros y aparentemente problemáticos, como los referidos a la denominación de los juegos del lenguaje como muestra de esa construcción de un lenguaje completo que puede dejar de lado la contradicción y los pseudo-problemas. Empero, esto no lo salva, a nuestra consideración, de ciertas ambigüedades, como la que se desarrolla entre pauta y nombre, las cuales pueden ser equívocas en tanto una pauta puede ser el nombre de otra pauta; ello, resta decir, tal vez se deba a una posible malinterpretación de sus ejemplos, y, sin embargo, no quita importancia a la idea de que sus escenarios no sean lo suficientemente claros para dar con las bases de todo un análisis del lenguaje. En definitiva, la obra supone un gran esfuerzo intelectual para entender su objetivo, y que más allá de sus ejemplos e ilustraciones, lo central es comprender cómo proceder a la hora de realizar un ejercicio de estudio del lenguaje.

Referencias bibliográficas  


Knabenschuh, S. (2007). ¿Cómo leer a Wittgenstein? El lugar de los "textos transitorios”. Universidad de Zulia. Revista de Filosofía (56).
Mészáros, I. (1973). El concepto de dialéctica en Lukács. En: Parkinson, G. (Ed). Georg Lukács. El hombre, su obra, sus ideas. Barcelona: Grijalbo.
Wittgenstein, L. (1976). Los cuadernos azul y marrón. Madrid: Tecnos.

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