Con el fin de otorgar presupuestos claves sobre el estudio de la filosofía de la religión, en esta entrada expondremos algunos aspectos sobre las reflexiones filosóficas que apuntan al hecho religioso. Tomaremos una obra que puede ser considerada problemática: Fenomenología y filosofía de la religión, escrita por Juan De Sahagún, pues hace parte de una serie de manuales de teología y de una biblioteca de autores cristianos. Sin embargo, lo problemático puede ser interesante, y más si abordamos a un autor cristiano formulando críticas filosóficas a su propia concepción, cuidando nosostros, desde luego, posibles axiomas y planteamientos subterfugios.
Curiosamente, partiremos del apéndice de la obra, donde se plantean dos maneras de entender la verdad religiosa, a saber, desde el modo de ser de las expresiones religiosas, o, desde la verdad filosófica. De este modo, reflexionar desde la última, según Sahagún, es aventurarse en meditaciones sobre las cosas en sí mismas, del ser y de sus naturalezas. En cambio, la verdad religiosa no pretende develar al ser divino, sino más bien entregarse al misterio que la existencia supone en el creyente, en el sentimiento de esperanza y de fe sobre la promesa divina. Esto tendría que ver, claramente, con contraponerse a considerar una verdad filosófica o científica.
Frame. Killer Kiss, 1955, Stanley Kubrick.
Curiosamente, partiremos del apéndice de la obra, donde se plantean dos maneras de entender la verdad religiosa, a saber, desde el modo de ser de las expresiones religiosas, o, desde la verdad filosófica. De este modo, reflexionar desde la última, según Sahagún, es aventurarse en meditaciones sobre las cosas en sí mismas, del ser y de sus naturalezas. En cambio, la verdad religiosa no pretende develar al ser divino, sino más bien entregarse al misterio que la existencia supone en el creyente, en el sentimiento de esperanza y de fe sobre la promesa divina. Esto tendría que ver, claramente, con contraponerse a considerar una verdad filosófica o científica.
Para Sahagún, la verdad religiosa tiene que ver, en primer lugar, con una
relación con el Otro, que viene a ser Dios. Su existencia es de
naturaleza ininteligible, siendo el lenguaje religioso solo la expresión de una
vivencia humana específica, tipificada por la relación del hombre con el
misterio, establecido como una condición simbólica que impera en la expresión religiosa. El lenguaje, en cuanto a la
manifestación religiosa, no es un lenguaje enunciativo, sino que, como resalta
el autor, es un lenguaje evocativo y conversacional con la divinidad. Así, el diálogo evoca ruegos y
súplicas que subsanen los arrepentimientos de romper la relación
afectiva con
Dios. Si bien los términos en los que el sujeto se dirige a Dios existen
como parte de sus relaciones cotidianas con otros hombres, lo singular y la transcendencia se encuentra
en el símbolo del misterio. La presencia del Otro es un Rostro que se
manifiesta mediante sus posibilidades de significación, así, el Otro no
es un ente físico, sino un ente simbólico (para profundizar en este aspecto de la filosofía de la religión, ver la entrada sobre Lévinas).
Para efectos de centrarnos en la relación filosofía/religión, abordaremos el capítulo sexto de la obra de Sahagún, en donde se aborda el tópico de las interpretaciones del hecho religioso. En primer lugar, para el autor, la religión es un aspecto inseparable del ser humano, repleta de constantes interpretaciones y sendas críticas. Sin embargo, como escribe Sahagún, estas críticas no
constituyen un ataque a lo esencial de la doctrina religiosa (cristiana
en este caso), sino a su carácter institucional,
organizacional, o, en otras palabras, a la iglesia. Así pues, en un primer momento, la religión cristiana es
criticada por ser considerada una ideología que no permite el pleno desarrollo
y uso de la razón. En este sentido, precursores de esta crítica pueden considerse filósofos que hicieron parte de la Ilustración francesa, tales como Voltaire y
Rousseau. Estas apreciaciones son una
puesta en marcha de aquel
despojarse de supersticiones impuestas por la iglesia, pero no siempre de forma radical, pues algunos de estos ilustrados afirmaban, entre otras cosas, que también se podía llegar a conocer a Dios mediante el correcto
uso de la razón.
Portrait du Jean-Jaques Rousseau. Fuente: Société Jean-Jaques Rousseau. Quelques repères.
A partir de tal periodo, Sahagún realiza un breve recorrido por la historia de la filosofía, con el fin de encontrar las interpretaciones más valiosas sobre el hecho religioso, dejando, como era de esperarse, muchas por fuera. Así, pasa por F.
Wagner; Schleiermacher y por B. Constant, para desembocar en la concepción de Hegel sobre el hecho religioso. Para éste, según el autor, la religión ha de
encontrarse ligada al ejercicio de la política, pues supone
un ordenamiento para labores de un orden social
específico. Sahagún afirma que toda la filosofía de Hegel es una filosofía de
la religión, en tanto el Espíritu absoluto ha de manifestarse en la forma
expresa de la misma (y, sin embargo, olvida mencionar el arte y la filosofía).
Lo Absoluto, en relación con la autoconciencia humana, supone un eje de
análisis que articula Hegel en sus análisis sobre la historia y su teleología.
De forma secuencial, Sahagún se desplaza a los
planteamientos de Marx, recordando que la crítica que plantea el filósofo alemán está fundamentada en algunas tesis de Hegel y Feuerbach. Este último había tomado
la filosofía hegeliana y le había dado un sentido antropológico, poniendo al hombre en el lugar de Dios, reconociendo que el punto de
partida de la
religión está en el ser humano. Para Feuerbach, todo lo que
ha dicho el hombre acerca de Dios no es más que su proyección, donde
se idealiza y se construye ideológicamente como meta a
alcanzar. En otras palabras, Dios es una creación humana, y se
fundamenta en la
esperanza de un más allá que brinda consuelo al sufrimiento.
Estos planteamientos, al igual que los de Hegel respecto a la verdad eterna (a la que llama Dios, donde sus atributos son, principalmente, el ser opresor y signo de alienación, al cual el hombre debe hacerle frente para liberarse espiritualmente) son bases para la creación de la crítica de Marx, quien explica que las doctrinas religiosas hacen de Dios un ser totalizante que se impone al hombre, con la finalidad de obstaculizar su desarrollo social-histórico. Para el autor de Miseria de la filosofía, el ser humano se inventa a Dios a causa del sufrimiento que siente al pertenecer a una clase dominada en un contexto político y económico.
Así, de corte antropológica, por un lado, e ideológica y filosófica por otro, la religión se convierte, para Marx, en un objeto de su crítica (fundamentada en el materialismo dialéctico), en tanto contradice la visión histórica de inmanencia, donde las condiciones materiales de existencia tienen primacía sobre el espíritu. El marxismo afirma que la religión, como función alienadora, planificada por un sistema político-económico, es una forma que tiene el Estado burgués para ejercer poder. Para Marx, las condiciones sociales son las determinantes de la fundamentación de ideales del hombre, así, la religión es evidencia de un Estado social y económico en el cual se encuentra inmerso.
Por último, Sahagún revisa lo que la filosofía analítica tiene por agregar, viendo las expresiones religiosas desde el lenguaje. Para el autor, esta filosofía no hace una crítica al fenómeno religioso sino a la estructura formal de los discursos que utiliza. Lo cual tiene que ver con una postura epistemológica singular frente al fenómeno religioso, y por tal motivo, Wittgenstein se convierte en uno de los representantes centrales de tal postura analítica. Sahagún reseña brevemente el contexto histórico de esta escuela, mencionando la emergencia del neo-positivismo, donde se planteaba, en términos generales, que los discursos religiosos eran carentes de sentido en tanto su imposibilidad de ser verificados; así, la religión se ubicaba, para ellos, al lado de las esferas de valor de la ética y de la estética. Pero también la filosofía analítica encuentra, en el lenguaje religioso, un elemento positivo, en tanto pretende explicar algo inexplicable. De esta forma, Sahagún concluye con una autocrítica, y aquí retomamos lo interesante de abordar a este autor, relacionado ante todo con el alcance del lenguaje religioso, de su carácter estrictamente simbólico y de su papel re-interpretativo de la realidad.
La obra de Juan De Sahagún puede descargarse aquí.
G.W.F. Hegel, Sichling after Sebbers. Fuente: Wikicommons.
Estos planteamientos, al igual que los de Hegel respecto a la verdad eterna (a la que llama Dios, donde sus atributos son, principalmente, el ser opresor y signo de alienación, al cual el hombre debe hacerle frente para liberarse espiritualmente) son bases para la creación de la crítica de Marx, quien explica que las doctrinas religiosas hacen de Dios un ser totalizante que se impone al hombre, con la finalidad de obstaculizar su desarrollo social-histórico. Para el autor de Miseria de la filosofía, el ser humano se inventa a Dios a causa del sufrimiento que siente al pertenecer a una clase dominada en un contexto político y económico.
Así, de corte antropológica, por un lado, e ideológica y filosófica por otro, la religión se convierte, para Marx, en un objeto de su crítica (fundamentada en el materialismo dialéctico), en tanto contradice la visión histórica de inmanencia, donde las condiciones materiales de existencia tienen primacía sobre el espíritu. El marxismo afirma que la religión, como función alienadora, planificada por un sistema político-económico, es una forma que tiene el Estado burgués para ejercer poder. Para Marx, las condiciones sociales son las determinantes de la fundamentación de ideales del hombre, así, la religión es evidencia de un Estado social y económico en el cual se encuentra inmerso.
Karl Marx, 1861. Wikicommons. Fuente: www.marxist.org.
Para Korsch, citado por Sahagún, la filosofía materialista de Marx se
puede resumir de la siguiente manera: criticó primeramente la
religión por la vía filosófica; luego, la religión y la filosofía, por el
procedimiento político, y, por fin, la religión, la filosofía y la política y
todas las demás ideologías, desde el punto de vista económico. En otras
palabras, el marxismo recorre, en su crítica, un primer paso donde se ve
influenciado por la crítica ilustrada de Feuerbach; en un segundo
paso realiza la crítica ideológica a la religión, esto es, que la religión se
presenta como ideología del sistema de dominación, por medio de la cual se
condiciona al hombre. Y, en el último paso, realiza la crítica socioeconómica, en
la cual la religión se fundamenta en una realidad social, pues su mayor
característica es ser carente de un fundamento ontológico.
Marx afirma que en el ser humano existen necesidades materiales y
necesidades
espirituales, por tal razón, la religión aún desempeña un papel en el orden social; el hecho religioso se impone como
un modo por el cual se suplen las necesidades espirituales. Cuando esto
ocurre, se
dice que un entorno social se encuentra alienado religiosamente. Ahora bien, si la religión tiene que ver
con la
incapacidad de cambiar una realidad material, desviando la atención, e
incapacitando para la lucha por el cambio, Marx expresa, según el autor,
que se debe cambiar la
realidad social del individuo, apuntando a solucionar la causa por la cual
el ser humano se encuentra adormecido, es decir, la razón por la cual carece de
espíritu.
Relacionado con lo ya expresado, Sahagún se traslada a otro punto de vista, con el fin de integrar una visión de
conjunto, abordando la teoría psicoanalítica de Freud y su relación con la
religión. De tal modo, escribe que, para Freud, el hombre es creador de sentidos, no siendo un
individuo aislado que interactúa bajo presupuestos propios, sino que es guiado por una reciprocidad de acciones que construyen un inconsciente, una
neurosis que los envuelve; los mecanismos de esta neurosis, expresada en la
religión, son el culto ritual, la expiación y la sumisión a la ley. Hay, pues,
una irracionalidad en la religión, una ilusión de la humanidad que proviene de sus
orígenes. Bajo esta relación, también se ocultan complejos, pero he aquí, para Sahagún, que los planteamientos de Freud se convierten en reduccionistas, pues son referidos a una patología del deseo y a su carácter represivo.
Sigmun Freud. Ferdinand Schmutzer, 1925. Fuente: Wikicommons.
Por último, Sahagún revisa lo que la filosofía analítica tiene por agregar, viendo las expresiones religiosas desde el lenguaje. Para el autor, esta filosofía no hace una crítica al fenómeno religioso sino a la estructura formal de los discursos que utiliza. Lo cual tiene que ver con una postura epistemológica singular frente al fenómeno religioso, y por tal motivo, Wittgenstein se convierte en uno de los representantes centrales de tal postura analítica. Sahagún reseña brevemente el contexto histórico de esta escuela, mencionando la emergencia del neo-positivismo, donde se planteaba, en términos generales, que los discursos religiosos eran carentes de sentido en tanto su imposibilidad de ser verificados; así, la religión se ubicaba, para ellos, al lado de las esferas de valor de la ética y de la estética. Pero también la filosofía analítica encuentra, en el lenguaje religioso, un elemento positivo, en tanto pretende explicar algo inexplicable. De esta forma, Sahagún concluye con una autocrítica, y aquí retomamos lo interesante de abordar a este autor, relacionado ante todo con el alcance del lenguaje religioso, de su carácter estrictamente simbólico y de su papel re-interpretativo de la realidad.
La obra de Juan De Sahagún puede descargarse aquí.
Referencias bibliográficas
De Sahagún, J. (1999). Fenomenología y filosofía de la religión. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.
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