El capítulo inicia con un planteamiento central para el desarrollo de la obra, el cual sintetizaremos de la siguiente manera: casi todos los grandes pensadores e intelectuales de la ciencia han
trabajado por mantenerla en pie. Hay pues, un constante debate y reflexión
no solo de los objetos de los cuales deben tratar las ciencias naturales,
sino también acerca de los métodos que deben usar. Es desde esta concepción de
las ciencias que surgirán grandes obras en el campo de la filosofía como la Crítica de la Razón Pura de Immanuel Kant. Todas estas nuevas y prontas respuestas no eran siempre soluciones a
cuestiones particulares del saber científico, sino que llevaron a una nueva
búsqueda de fundamentos en el campo de la teoría del conocimiento; es decir, en
el campo de la epistemología. Estos inconvenientes no provinieron de un campo externo
al saber propio de las ciencias naturales, sino que fueron sus mismas dinámicas
del conocer lo que las impulsaron a
descubrir obstáculos en la lógica misma de observar y sistematizar conocimiento.
Contra esto luchó fieramente la física clásica, la cual no quiso caer, bajo
ninguna circunstancia, en un escepticismo radical que no le permitiera llegar a
conseguir las verdades objetivas que tanto había buscado.
Ernst Cassirer (1874-1945)
Es de esta forma que en el siglo XlX se presenta, pues, un cambio de rumbo en
las investigaciones en el campo de la física (aunque no totalmente); el realismo, que había sido el paradigma de
los trabajos del campo de la física, se transformó en una visión investigativa fenoménica
de los objetos. A partir de ese momento, la reflexión consigue alzarse a un
lugar privilegiado en las investigaciones de las ciencias naturales, las cuales,
hasta aquel entonces, habían versado principalmente en términos de descripción
de la naturaleza.
La visión mecanicista del mundo de la física clásica entra
en contacto con esta misma crítica a todo lo que ellos mismos han construido, dejando
como resultado un largo debate que gira en torno a la configuración misma del
mundo. En otras palabras: ¿Acaso el mundo es como lo observamos? o ¿Nuestra
mirada no puede afectar el mundo en tanto que éste es externo a nosotros? En
esta problemática encontramos a uno de los científicos más relevantes de la
época: Ernst Mach, quien, inmiscuido en esta disputa, lanza críticas a la física
clásica y fundamenta sus opiniones con base en esta nueva forma de reflexionar
sobre el mundo; tales críticas llegan al punto de poder ser formuladas de la
siguiente manera: todo fenómeno sucede en relación a cualquier otro fenómeno, y
en estos eventos, el sujeto que observa al objeto lo modifica, obteniendo así
una versión diferente del mismo. Es decir, dentro de esta física fenomenológica,
el fenómeno se desintegra en una
serie de estados de conciencia. Encontramos que tal fusión entre filosofía y física se ha consolidado, si bien decimos
que estos conocimientos están unidos desde su propio nacimiento.
Ernst Mach (1838-1916)
Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en Heinrich Hertz, quien
quiso dar cuenta de la importancia de los nuevos cambios; transformaciones con
las cuales se inaugura una forma de comprender la metodología y la reflexión en
física. Subrayemos el carácter particular de la investigación que él siguió: sobre
la base de los planteamientos de Maxwell acerca de la teoría de la luz, Hertz alcanzó, experimentalmente, producir ondas electromagnéticas, encontrando en
ellas los elementos descritos por Maxwell en sus planteamientos teóricos, esto
daría respuesta a la cuestión de la naturaleza de la luz. Esta comprobación
realizada por Hertz permitió formular sus planteamientos sobre la lógica de las
ciencias. Se partiría entonces de un pensamiento libre que contenga conceptos y
“axiomas” físicos (juicios a priori),
para luego contrastarlos en la realidad y comprobar su validez. De esta forma,
Hertz dio cuenta de que los conceptos de la física son previos o son prefiguraciones para posibles
experiencias, mientras que para Mach la dinámica se presenta de manera
contraria. Esto conlleva a un análisis de la lógica misma de la física, pues
ahora ya no se da por sentado que los conceptos son inherentes a las cosas,
sino que éstos pueden variar solo dentro de algunos límites.
Heinrich Hertz (1857-1894)
Por otra parte, Henri Poincaré, científico francés,
coincidió con Hertz respecto a esta nueva lógica de la física. Éste planteó que
las imágenes que tenemos de las cosas no se encuentran inherentes a ellas, sino
que nosotros mismos las formamos. Es decir, los conceptos no tienen que ver
solo con sus propias naturalezas sino con una lógica interna de quien piensa y
observa. A todo esto, un autor como Duhem utiliza los planteamientos de Hertz y
Poincaré para radicalizarlos, afirmando que la experimentación, tal
y como se entiende, es una especie de evento psicológico propio de quien busca
demostrar una idea en el campo de la física. Lo que expresa Duhem es que una
teoría solo puede explicarse desde una u otra teoría. Así, la física es un todo
que no puede ser descompuesto en partes, lo cual nos lleva al ineludible
descubrimiento o construcción de la teoría de la relatividad, que demuestra que
ni las hipótesis del conocimiento que sirven a la geometría se salvaban de no ser
fijas, pues cambian de acuerdo a la misma lógica que ya hemos visto en el campo
de la física.
Posteriormente, lo que define el espacio de la física
moderna son símbolos que se representan en ecuaciones diferenciales, las cuales
se definen principalmente por sus razones de cambio, dentro de un espacio
pluridimensional. Esto supone una gran maleabilidad respecto a las concepciones
de la física; sin embargo, no es el objetivo del capítulo brindarnos un tipo de
mirada actual a este campo del saber, sino en ver la historia y demostrar el
avance inherente de la física mediante sus constantes reflexiones y críticas realizadas, pues es así como generalmente avanzan los tipos de saberes
científicos.
Referencias
bibliográficas.
Cassirer, Ernst. (1979). Fin y método de la física teórica.
En: El problema del conocimiento. Vol.
4. México: Fondo de Cultura económica.
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